Último lugar que visitaste: Bordeaux, Francia.
¿Qué no puede faltar en tu equipaje? Mi Kindle, perfume, las cremas de cara, maquillaje. Si es un viaje de trabajo, no puede faltar: camisa blanca, jeans chupines, un buen par de zapatos altos y una linda cartera. Si son vacaciones: tres o cuatro bikinis y protector.
¿Matás o te matan las horas en los aeropuertos? Las mato. Me encanta aprovechar esas horas para relajarme leyendo o escribiendo.
Ventanilla o pasillo: Pasillo.
¿Qué es lo primero que hacés cuando llegás a un nuevo lugar? Ordeno la valija. Me gusta dejar todo guardado y ahí recién salir a recorrer.
Un sabor nuevo que hayas descubierto en un viaje: Han sido varios a lo largo de los años. Pero mis favoritos fueron: el dulzor y acidez del leeche y el rambután en Bali; lo exótico de los caramelos de tamarindo y la primera vez que comí un curry como Dios manda en un restó hindú de Londres.
¿Cuáles son los requisitos para tus vacaciones ideales? Playa, playa y una buena cama para dormir.
¿Cumplís con algún ritual personal cuando viajás? Siempre le rezo a mi ángel de la guarda para que vaya todo bien.
¿Qué traés de tus viajes? Algo para mi casa y regalos para los que se quedaron.
¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta de la vida de hotel? Lo que más me gusta es la comodidad de no tener que hacerte la cama y lo que menos me gusta, lo impersonal y frío que puede resultar.
Una ciudad del mundo en la que vivirías: Valencia, España. Ya viví cuatro años ahí y repetiría.
Una ciudad para compras: New York o Londres. Baratijas en Hong Kong.
Un destino romántico: Tahití. Fue el lugar más hermoso y mágico que he visitado.
Un sitio para visitar con amigos: Buenos Aires. Tenés de todo y no tiene nada que envidiarle a las grandes metrópolis.
Un destino que te sorprendió: Alemania. No pensé que me fuera a gustar tanto. Me resultó de lo más interesante.
Y uno que te decepcionó: Venecia. El olor y el moho le sacaron todo el encanto.
Un recuerdo de vacaciones: Despertarme al amanecer en Bali (Indonesia) con el perfume de incienso de las ofrendas a sus dioses. Eran canastitas de bambú y hoja de palma con flores recién cortadas, galletitas, incienso y una tela cuadrillé que es típica del lugar. En cada hotel donde nos quedamos tenían esa costumbre y lo hacían con tanta reverencia y mansedumbre que volví convencida de lo interesante y armoniosa que es la cultura budista. En ese mismo viaje tuve los mejores desayunos: french toast con banana, miel y café balinés, todo acompañado por unas hormiguitas simpáticas que, al final, ni se notaban.
El lugar al que siempre podrías volver: Mi casa, con mi familia. Más allá de todo, ése es el único lugar al que siempre, siempre quiero volver.
Un destino pendiente: Australia.
Tu próximo viaje: Costa Rica.