Partimos de Jerusalén rumbo al mar Muerto, la minivan se abre paso entre el tráfico y lentamente los edificios de la ciudad dorada, dan paso a unas áridas montañas donde impera un beige arenoso. “Llegamos al nivel del mar” indica el conductor. La parada es obligatoria y el show está armado para la foto: un hombre acicalado como beduino, un cartel que indica el anecdótico lugar y un camello conforman el escenario. Los turistas hacen los correspondientes retratos y continuamos nuestro camino al famoso mar interno que comparten Israel, Jordania y Palestina. Las aguas turquesas contrastan con el desierto que las rodea y anuncian la pronta llegada.
Ubicado a más de 400 metros debajo del nivel del mar, este punto es el más bajo de la superficie de la tierra, lo que supone un alto nivel de oxígeno que se traduce en un efecto calmante. Pero las particularidades no terminan aquí; este lago endorreico posee una alta concentración de magnesio, potasio, calcio y bromo, minerales que ostentan un alto poder curativo. De hecho, las propiedades de sus aguas ya eran famosas milenios atrás, en épocas de Herodes y se dice que Cleopatra -la célebre reina de Egipto- realizaba periódicos baños aquí como parte de sus rituales de belleza.
Hoy, las cadenas de hoteles y spa que se han afincado en sus orillas, ofrecen la posibilidad de sentirse una moderna versión de la legendaria egipcia mientras se comprueban, en primera persona, las propiedades de este mar. Aunque no todo es belleza. Las aguas del mar Muerto también se indican para el tratamiento de enfermedades pulmonares, cardiovasculares, dermatológicas y reumatológicas, entre otras.
Aquí el alto nivel de salinidad –diez veces mayor al mar Mediterráneo, por ejemplo- no sólo es el responsable de su nombre -ya que no hay peces que puedan vivir en estas aguas- sino también de la posibilidad de flotar sin ningún tipo de esfuerzo. Se trata de un clásico “ver para creer” donde el primer chapuzón invita indefectiblemente al juego.
Mientras se ensayan diferentes posturas sólo para comprobar que el cuerpo emerge siempre victorioso a la superficie como si un resorte lo impulsara; la mente termina de procesar el inédito efecto gravitatorio. Cuando los juegos concluyen, relajarse en el agua con un libro de por medio o simplemente encandilado por el particular entorno, es una elección acertada. Del otro lado, las montañas de Jordania emergen áridas desde la lejanía.
Aunque antes de introducirse es necesario tomar algunos recaudos, como por ejemplo no sumergir ojos, nariz, ni boca. Tampoco exponer a la salinidad del agua ninguna cicatriz y no afeitarse el día previo a la visita. La frase “echar sal en la herida abierta” bien podría haberse originado aquí. Se recomienda, también, no darse baños de más de 20 minutos e hidratarse constantemente ya que, el cloruro de sodio presente en el agua asociado a las altas temperaturas de esta zona, pueden llevar a la deshidratación.
Pero el día todavía no se ha terminado, embadurnarse con el barro asfáltico de las orillas es otro ritual que promete efectos benéficos para la piel. Los hoteles y spa ofrecen, además, circuitos de aguas y saunas. Inevitable es el dejarse llevar por la buena prensa de las propiedades de estas aguas y comprar un souvenir tales como cremas, sales, geles de baño y demás productos para el cuerpo, en el afán de llevar un poco de este exótico destino a casa.
Algunas curiosidades
Superficie. 810 kilómetros cuadrados.
Salinidad. Cada litro de agua del mar Muerto contiene 340 gramos de sal.
Algo de vida hay. Aunque el mar Muerto no permite la vida de peces en su interior, existe una fauna de micro organismos halófilos, es decir, capaces de sobrevivir a ambiente salinos que habitan en sus aguas.
