"¿Qué general me va a impedir a mí tomar mate con mi hermano?", dice con los ojos llenos de íntima certeza. Esa posibilidad, la de sentarse a dialogar con los que no están, es la que Mariú Carrera siente y expresa en "El equilibrista", libro que presenta hoy, a las 20, en el Teatro Quintanilla.
A su hermano Marcelo lo secuestraron el 24 de noviembre de 1976. Nunca más volvió a ver su cuerpo. Pero está ahí, con ella. Como todos sus compañeros desaparecidos y asesinados.
Alrededor del Cuadro 33, ese sector del Cementerio de Capital donde el Equipo Argentino de Antropología Forense cavaba para hallar rastros familiares para Mariú y para otros querellantes por los delitos de la última dictadura militar, alguien preguntó: ¿Qué sienten? “Paz”, fue la respuesta, junto a los 14 metros de tierra removida.
La paz de los resilientes, de los que han sido capaces de sobreponerse a la tragedia. "Esa paz se gana después de un proceso de años. Cuando alguien no está (cuando no está el cuerpo) a uno no le queda otra opción que pegar el salto hacia la anchura de la vida. Porque siempre hay vida", afirma la actriz.
Se sucedió el invierno, el otoño, la primavera. Luego de esas ocho jornadas forenses en el Cuadro, Mariú necesitó, otra vez, escribir. Pero ya no en tono de denuncia ni reclamo. Esta vez, salieron relatos de un juego profundo con la memoria: reflexiones, atajos, conversaciones y radioteatro con esos seres amados.
"No soy escritora, soy una actriz que escribe", aclara con humildad quien ha tomado la palabra en todo su espesor, como daga y como soga. Quien ha hecho de la escena un territorio noble y ha escrito unipersonales en plena búsqueda de justicia, como "Pegadita a la vida", "Mujeres S.A" y "Quitapena". Quien ha publicado, además, "Crónica de un ancho presente" (2006) y "El sendero de la jarilla" (2012).
Mariú insiste en que la vida no es sólo tragedia, maldad, miedo. “El arte -dice- me ha permitido sentirme acompañada. La creación colectiva puede recordarte que sos valioso, puede abrazarte. No todo es compra y venta, no todo es efímero mal, y no hablo de los cambios necesarios de los ciclos, hablo del sinsentido”.
Por eso Mariú remarca lo colectivo que tiene esta presentación. "Se trata de una creación y realización conjunta entre los artistas Enrique Lucero, María Eugenia Moreno, Pamela Hübbe. Todos dedicados a integrar la multiplicidad de lenguajes y jugar desde la intervención con diversidad de expresiones". El arte de tapa del libro, además, fue realizado por su nieta mayor: Martina Bravo Araujo.
Una vida, muchas vidas
Desde los 68 años, Mariú recuerda sus 24. Y esos 20 meses en que le sucedió todo: desarrollar sus ideas políticas, decidir vivir del teatro, mudarse a la Villa Itatí en Buenos Aires, entender allí que nadie quería ver escenas sino hacerlas, captar que el teatro es de todos, olvidarse del lenguaje teórico, quedarse embarazada, volver a Mendoza y fundar el elenco La Pulga junto a Rubén Bravo, Osvaldo Zuin y Raquelita Herrera.
Inaugurar la línea actoral del “teatro del alma” y enterarse, de pronto, que los otros miembros de La Pulga y también su hermano, su cuñada embarazada y su compañero, habían sido llevados en operativos. Encontrarse sola.
Su historia fue narrada detalladamente en la crónica “La búsqueda de Mariú Carrera”, escrita por Patricia Slukich, texto que resultó uno de los ganadores del Concurso Federal de Relatos y que hoy puede leerse en Revista Anfibia.
- ¿Qué sentiste cuando leyeron la última sentencia a los jueces que participaron en los delitos de lesa humanidad, el pasado 26 de julio?
- Paz. Por verlos ahí, condenados por la Justicia. Ellos podrían habernos ayudado en ese momento. No los mataron directamente pero no hicieron nada para salvarlos; ni siquiera nos escucharon. No contaban con que íbamos a seguir luchando y buscando y resistiendo después de 40 años.
- ¿Qué experiencias teatrales te permitieron abrirte?
- En 1973, cuando estábamos con La Pulga, vimos al Libre Teatro Libre, dirigido por María Escudero. Era un elenco cordobés. Apenas tenían una soguita en el escenario y con ella creaban situaciones sin parar. La soga y el público. Eso me abrió un mundo.
Esta noche, la performance artística, a través de la cual verá luz “El equilibrista”, pone en movimiento los universos propios del teatro, la radio, la música y las proyecciones, en un espacio amplio, profundo de reflexión y humor. Acción escénica para fortalecer los lazos creativos.
Fragmento de "El Equilibrista"
“El equilibrio se hace en un pie, sobre una soga, arriba del horno o el aire.
Se pierde y se vuelve a encontrar. Para lograrlo se sugiere silencio, ruidos múltiples o pasos por espacios desconocidos. Siempre abrazo fraternal.
Por las calles de cualquier ciudad abundan los equilibristas aunque más de uno no se convence todavía de su propio recorrido.
En los ciruelos en flor y en el perfume de las piedras se abre el espacio para alcanzar tu voz”.
La ficha
Presentación de El Equilibrista. Memoria performática.
Día y hora: hoy, a las 22.
Lugar: Teatro Quintanilla (subsuelo de Plaza Independencia).
Entrada general: $ 100