Siempre fue pequeño de estatura Juan Carlos Reveco. Y cuando recuerda el por qué de su apodo, lanza una carcajada que llena toda la sala. “De niño era muy chiquito; muy...”, dice y vuelve a reírse de sí mismo. “Mi tío solía decirme: pareces un cotoncito”. Y vuelven las risas mientras el apodo remonta a su Malargüe natal, donde a esa planta pequeña y silvestre que muchos conocen popularmente como plumerillo, diente de león o panadero, la llaman cotoncito. Y como el viento las lleva de lado a lado, Cotón ha sabido surcar el viento para encontrar grandes escenarios mundiales, donde se convirtió en uno de los grandes campeones del boxeo mendocino.
Hace 13 años, en la reinauguración del Polideportivo Vicente Polimeni de Las Heras, Juan Carlos Reveco se consagró campeón mundial supermosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), al derrotar al tailandés Nethra Sasiprapa, por nocaut en el octavo rounds. Fue un momento de gloria para el boxeo mendocino. Reveco, esa noche, se convertía en el quinto campeón mundial en el historial mendocino, el vigésimo noveno del país y, casi sin saberlo, se iba a calzar el traje de mayor referente pugilístico local en los siguientes 12 años.
Un estilista, un boxeador técnicamente admirable y, sin dudas, el más carismático de los últimos tiempos. Un campeón en todos los terrenos.
Quienes más lo conocen, destacan, por encima incluso de sus cualidades técnicas, su predisposición para el entrenamiento, siempre bajo la atenta mirada de Pablo Chacón y Ricardo Bracamonte.
Aquella noche en el Polimeni, los amantes del boxeo volvieron a vibrar con una velada mundialista, tras 6 años de espera.
Un año antes, en el Nocaut a las Drogas, en Córdoba, Cotón ya había dado muestras de su jerarquía, al vencer por puntos a Freddy “El Bagrecito” Beleño, logrando la corona Fedelatin (AMB). Allí comenzaba a transitar el camino a su chance internacional.
Ahora, tras más de dos años sin combatir, el malargüino entrena, desde octubre de 2019, bajo las órdenes de Osvaldo Corro, en el gimnasio Firpo, de calle Corrientes. Su última vez arriba de ring fue en febrero de 2018, en los Estados Unidos, cuando intentaba recuperar la corona mosca de la Federación Internacional (FIB). No pudo ser y perdió ante el filipino Donnie Nietes. Y aunque este año se presentaba clave para su retorno, la pandemia cambió todos sus planes y sus proyectos debieron ser postergados. “Estuve entrenando en casa”, cuenta. Y agrega: “Ahora estoy en Malargüe, en la casa de mis viejos. Me traje la bolsa y entreno. Salgo a correr por acá”.
Allí, en su tierra natal, donde nació hace 36 años, de adolescente dividía su tiempo entre la cosecha de papas y el gimnasio de boxeo; al cual llegó por invitación de un cuñado, cuando se abrió el polideportivo. Hasta entonces, nunca había visto un par de guantes y ni siquiera imaginaba que su destino lo llevaría a ganar el tradicional Guantes de Oro, en San Martín. Entonces, aquel diminuto boxeador sorprendió al ganar en 2001 el título de campeón argentino. Así llegó la convocatoria a la Selección Argentina, donde conformó el grupo de los cuatro fantásticos: Marcos “Chino” Maidana, Lucas “La Máquina” Matthysse, Daniel “Tatú” Brizuela y él.
Curiosamente, su única vez en el Vicente Polimeni, en Las Heras, fue aquella noche de 2007, cuando hizo estallar al público tras un gancho a la zona hepática del tailandés, que cayó en el octavo rounds y ya no pudo incorporarse.
Al día siguiente de su coronación, Cotón caminó hasta la Virgen del Challao. “Lo había prometido”, dijo aquella vez.
Hoy, a 13 años de su coronación como supermosca de la AMB, el guerrero reposa y espera su chance. Este malargüino, quien se convirtió en el quinto boxeador argentino en ser titular ecuménico en categorías diferentes, sabe que vendrán más batallas.