El anuncio del Mundial 2030 y referido a que se disputará en 6 países de 3 continentes distintos revolucionó la escena el miércoles 4 de octubre, en el mundillo futbolero y fuera de él. Y es que, en una decisión sin precedentes -y con más detractores que defensores-, la FIFA anunció que la Copa del Mundo de fútbol que se disputará dentro de 7 años se jugará en Argentina, Uruguay y Paraguay (cada uno de los países sudamericanos albergará un partido, el de debut de sus selecciones), mientras que luego la competencia se mudará a España, Portugal (Europa) y Marruecos (África). Además, ya contará con 48 selecciones participantes (este renovado cupo se estrenará en la Copa del Mundo 2026 y que se disputará en Estados Unidos, Canadá y México).
En medio de los anuncios, que fueron “la noticia” del día de ayer, la decisión no cayó para nada bien en el país más occidental de América del Sur. Y es que Chile quedó afuera de esta especie de “Frankenstein” en que se intentará convertir al evento más importante del fútbol a nivel internacional; de este modelo híbrido de Mundial itinerante y que llevará a todas las selecciones participantes a recorrer la zona más austral de América del Sur, para luego mudarse a Europa y África.
De hecho, y aunque desde la Conmebol adelantaron que están analizando la manera para lograr que Chile tenga alguna participación -aunque sea mínima- en este Mundial, en el país trasandino la indignación está en el orden del día. Sobre todo porque, antes de la oficialización de ayer, en Chile se ilusionaban con aquel proyecto de Mundial 2030 en el que ya se había comenzado a trabajar y que consistía en una disputa íntegra en América del Sur, justamente al cumplirse 100 años del primer mundial que tuvo a Uruguay -campeón- y a Argentina como finalistas. En esta propuesta, Chile y Paraguay también tomaban cierto protagonismo.
En medio del enojo y del malhumor en tierras chilenas, es el momento de recordar aquella otra oportunidad en que el país de La Roja se quedó sin mundial. Y es que la Selección de Chile fue excluida “por escritorio” de las Copas del Mundo de Italia 1990 y de Estados Unidos 1994, luego de un escandaloso partido por las Eliminatorias Sudamericanas camino al mundial del 90, encuentro que se disputó en el Maracaná brasileño y frente a la selección local.
Una bengala arrojada desde la tribuna local, la autolesión del arquero chileno Roberto Rojas y la suspensión del partido derivaron en una drástica medida que dejó a La Roja fuera de Italia 1990 y de Estados Unidos 1994, una dura sanción contra el portero e, incluso, convirtió al fútbol chileno en un campo experimental, un laboratorio con conejillos de india para poner en práctica insólitas modificaciones del reglamento.
Así las cosas, no es la primera vez que la FIFA decide dejar a Chile afuera de una Copa del Mundo; aunque esta vez aunque esta vez fue como sede y no como selección participante.
LA VERGÜENZA DEL CÓNDOR ROJAS, “EL GRAN SIMULADOR” QUE DEJÓ A CHILE SIN MUNDIAL
Imaginemos un viaje en el tiempo, en el DeLorean del Doc Brown y Marty McFly. Fijamos en el visor la fecha del domingo 3 de septiembre de 1989, ajustamos la locación (estadio Maracaná, Río de Janeiro, Brasil) e iniciamos este periplo que nos llevará 34 años atrás en esta línea temporal.
La Selección de Brasil, local y ya potencia mundial -en 1989 la verdeamarela ya había ganado 3 Copas del Mundo- recibía a su par de Chile por las Eliminatorias Sudamericanas. Se comenzaban a definir los clasificados que viajarían a la fase final de la Copa del Mundo de Italia un año después.
Además de Brasil y Chile, la Selección de Fútbol de Venezuela integraba el grupo 3 de aquellas eliminatorias. Y en aquel partido, en el Maracaná, Chile se jugaba -en la cancha- una de sus últimas chances de clasificar al Mundial. Solamente clasificaba a la siguiente fase el primero del grupo, por lo que Chile estaba obligado a ganar en tierras cariocas para aspirar a ese lugar y relegar a Brasil. En el primer partido, en el Estadio Nacional de Santiago, habían empatado 1 a 1 y Brasil tenía una diferencia de gol mejor que la de Chile (+10 la verdeamarela, +7 la Roja).
En un partido claramente dominado por Brasil aquella noche, el arquero chileno Roberto “Cóndor” Rojas -de los mejores del continente por entonces- estaba teniendo una actuación por demás sobresaliente. No solo ahogó tres jugadas claves de los locales y que podrían haber terminado en gol, sino que -además- alcanzó a desviar el tiro del brasileño Careca, aunque su intervención no fue suficiente para evitar que la pelota ingresara al arco. Al término del primer tiempo, Brasil le ganaba a Chile 1 a 0, se consolidaba como primero en el grupo y dejaba a la selección trasandina sin Italia 1990.
Pero la imprevista y desesperada jugada de Chile llegaría recién promediando el segundo tiempo. Con escasos recursos desde lo futbolístico para igualar el partido -que tampoco le alcanzaba, ya que necesitaba ganar en el Maracaná-, en el minuto 21 del complemento una bengala cayó en el área de Chile y cerca del portero Rojas. Luego se supo que había sido arrojada por la modelo brasileña Rosenery Mello, quien se convertiría en tapa de la revista Playboy tiempo después.
Rodeado de humo y a pocos metros de la bengala, Rojas se desplomaba mientras la pelota estaba en juego. Sus propios compañeros, defensores de La Roja, detuvieron el juego para señalar al arquero caído. De inmediato, el árbitro argentino Juan Carlos Loustau detuvo el encuentro e ingresó la atención médica para asistir al arquero.
Rojas fue retirado con el rostro ensangrentado y, aparentemente, inconsciente. Toda la secuencia permitía deducir que la bengala arrojada desde la tribuna había golpeado en la cara a Rojas, le había producido una lesión -de allí la sangre- y lo había dejado en estado de inconsciencia.
Pero, aunque no existía el VAR todavía, las imágenes posteriores -con la opinión de los médicos incluida- fueron claves para desenmascarar el gran fraude, para descubrir que fue una puesta en escena de Rojas y -principalmente- para aplicar una dura sanción reglamentaria de parte de la FIFA contra Chile, en general, y contra Rojas, en particular.
HISTORIA DE UNA MENTIRA: EL DESCUBRIMIENTO Y LAS SANCIONES
Con Rojas tendido en el piso, ensangrentado y rodeado de sus propios compañeros, los jugadores chilenos anunciaron su intención de no seguir jugando el partido ante la imposibilidad de garantizarles seguridad. El árbitro Loustau, entonces, decidió suspender el partido.
Pero, como escribió alguna vez Eduardo Sacheri, “lo raro empezó después”. Porque los médicos que atendieron en el momento a “El Cóndor” Rojas constataron cortes en la frente, aunque les llamaba la atención que no hubiera rastros de quemaduras (algo imposible, teniendo en cuenta que el artefacto estaba encendido). Para peor, la minuciosa investigación posterior determinó que no había chances de que la bengala le haya impactado en el rostro y le haya ocasionado la herida cortante al arquero, ya que el futbolista estaba lejos del lugar donde cayó y quedó en el césped.
Fue entonces que la hipótesis de la “autolesión” comenzó a tomar más fuerza. Y él foco se desvió de un posible impacto de la bengala en el rostro para posarse sobre la idea de que Rojas se había cortado a sí mismo, con complicidad de alguien del cuerpo técnico.
Esto último fue confirmado tiempo después, y hasta se descubrió que el arquero chileno llevaba oculto en el interior de uno de sus guantes un pequeño bisturí, objeto con el que se produjo el corte a sí mismo. Se determinó, además, que el utilero y el kinesiólogo de la Selección de Chile habían sido cómplices de esta jugarreta. La FIFA le dio el partido ganado a Brasil 2 a 0 y eliminó a Chile de la participación de la fase final de la Copa del Mundo Italia 1990. También Chile fue suspendido para participar de las Eliminatorias para el Mundial de Estados Unidos 1994, lo que no le dio la chance de viajar a esa competencia tampoco.
Además, Rojas -quien, por entonces, tenía 32 años- fue suspendido de por vida para jugar al futbol profesionalmente, o -por lo menos- en ligas y competencias dependientes de la FIFA. El guardametas atravesaba un gran momento y, hasta aquella fatídica noche del 3 de septiembre de 1989, era pretendido por varios clubes europeos.
Suspendido para la práctica profesional, “El Cóndor” Rojas se desempeñó un tiempo como entrenador de arqueros en San Pablo (precisamente en el país donde protagonizó el escándalo que lo retiró de manera anticipada). Sin embargo, años después recibió una amnistía y pudo atajar en el partido homenaje de Iván “Bam Bam” Zamorano en 2003. Aquel partido, en el Estadio Nacional de Santiago, le sirvió para reconciliarse con todo el pueblo chileno. Y es que una multitud lo ovacionó y aplaudió en su regreso a las canchas.
“Fui un estúpido”, reconoció Roberto Rojas en declaraciones a “El Gráfico” en 2021 y al recordar aquella noche en que se convirtió en “el gran simulador” y se autolesionó el rostro intentando sacar una ventaja para que su selección clasificara a la Copa Italia 1990.
EL QUE LAS HACE, LAS PAGA: LOS EXPERIMENTOS EN EL FÚTBOL CHILENO
A comienzos de la década del 90, la FIFA planificó más de 700 cambios en el reglamento. Muchas de estas modificaciones fueron aceptadas en ese momento y comenzaron a aplicarse en algunos partidos de ligas y competicones puntuales. Aún en el foco de la tormenta por lo ocurrido en el Maracaná y en septiembre de 1989, Chile y su liga de fútbol fueron algunos de los laboratorios experimentales de estos cambios, muchos de los cuales fueron revistos y finalmente se dio marcha atrás. Pero hubo otros, como la prohibición para el arquero de tomar con sus manos una pelota que les fue pasada por sus compañeros, que trascendieron y se mantienen hoy vigentes.
El origen de estos insólitos cambios se vivió en el Mundial de 1990, y se identificó como problema el hecho de que en más de la mitad de los partidos del campeonato no se convirtieron más de dos goles. Con la idea de volver a hacer del fútbol algo atrapante y frenético, la Federación Internacional de Fútbol Asociación implementó algunos de estos cambios (otras propuestas, como agrandar los arcos o reducir a 10 la cantidad de jugadores por equipo ni siquiera llegaron a considerarse, aunque se las planteó).
El primer lugar donde se implementaron estas modificaciones fue en el Mundial Sub 17 jugado en Italia en 1991. Y uno de los cambios consistió en trazar una línea (pintada en el campo de juego y todo) entre la mitad de cancha y el comienzo del área para que sea a partir de ese trazo que se considerara la posición adelantada, y no desde la mitad de cancha.
También el Mundial Sub 17 Japón 1993 fue el laboratorio para experimentar la idea de jugar los saques laterales con el pie, como si fuese tiros libres. Sin muchos adeptos ni simpatía, este cambio se mantuvo únicamente en la liga de ascenso de Hungría, con el agregado de que el jugador podía decidir en el momento si jugaba el lateral con el pie o con las manos.
En lo que tiene que ver puntualmente con Chile, y con la tensión y la atención intensificadas luego del escandaloso partido contra Brasil en el Maracaná y en 1989, hubo algunos cambios que se focalizaron en la liga trasandina. Un poco por decisión de la FIFA, otro poco ante la urgencia de las autoridades del fútbol chileno por lograr reunir al público decepcionado con el deporte.
Los tiros libres sin barrera -o penales largos- fue una de las modificaciones más llamativas y que se implementó en el primer semestre de 1990. En pocas palabras, la regla determinaba que cualquier falta que se cometiera en los últimos 25 metros de la cancha -también señalada por una línea entrecortada, como aquella del “nuevo offside”- le daba la posibilidad al equipo atacante de ejecutar un remate directo al arco y desde una distancia de poco más de 20 metros (concretamente, a la altura de la medialuna del área).
Esta idea surgió de la Federación de Fútbol de Chile, aunque finalmente la FIFA no la aprobó para que perdurara.
También a fines de la década del 80, las autoridades futbolísticas de Argentina y de Chile decidieron que los partidos no debían terminar igualados. Así las cosas, en caso de terminar en tablas, se procedía a dar lugar a una definición por penales en la que el ganador sumaba un punto extra al punto ya obtenido tras el empate (sumaba dos). El perdedor, en tanto, se llevaba un punto extra por haber empatado y llegado a penales.