Desventajas, unitarismo e incertidumbre en un fútbol argentino sacudido por la pandemia

Las diferencias sanitarias que existen entre Buenos Aires y las provincias dividieron las aguas en la dirigencia deportiva.

Desventajas, unitarismo e incertidumbre en un fútbol argentino sacudido por la pandemia
Pelota quieta. Nadie sabe cuándo regresará el fútbol argentino.

La segmentación geográfica en Argentina quedó remarcada más que nunca desde el día 1 de la pandemia de coronavirus. No solo protagonizó el avance constante de la enfermedad en todo el país, sino que también dejó al descubierto las desventajas, injusticias e incertidumbre en un fútbol argentino sacudido por la Covid-19. Y dividido por las decisiones unitarias a las que estamos acostumbrados.

La imposibilidad de regresar a los entrenamientos luego de tres meses de parate obligatorio encendió las alarmas en todos los clubes del país. Y en los que salen a la cancha. Qué hacemos, cómo seguimos en esta cuarentena, cuál es el mecanismo para pagar sueldos, hasta cuándo podremos soportar la quietud, qué día volveremos a correr con una pelota delante de los pies, al menos. Todas esas preguntas sonaron en los pasillos de las instituciones, aunque la notoria diferencia que fue apareciendo entre Buenos Aires y el resto de las provincias separó las aguas.

Es que, atentos a las recomendaciones epidemiológicas y dispuestos a cumplir con un protocolo sanitario -elaborado de manera grupal entre dirigentes deportivos y autoridades gubernamentales-, los clubes de Mendoza festejaron la decisión del Estado de permitir el retorno a los entrenamientos en los deportes individuales y colectivos.

Deportistas locales salieron a “comerse” los parques, plazas y espacios públicos siempre con los recaudos necesarios, porque hasta el momento no se registraron denuncias ni contratiempos desde su implementación el jueves último. En líneas generales, el distanciamiento se ha cumplido y el Gobierno ve con buenos ojos la continuidad de la medida.

La bomba explotó cuando la semana pasada Godoy Cruz Antonio Tomba decidió que un grupo de juveniles pertenecientes a la Primera división entrenase en un predio que el presidente José Mansur posee en Coquimbito, Maipú. Desde la Asociación del Fútbol argentino hicieron llegar su descontento al Expreso por “querer sacar ventaja deportiva al entrenar cuando la gran mayoría de los otros clubes no pueden hacerlo”. Pensamiento que la Liga Mendocina apoyó, para colmo.

Mendoza, como Estado, le dio el visto bueno tanto al Tomba como al resto de los clubes de regresar a los ensayos porque el contexto sanitario así lo permite. La AFA no y hasta amenazó con duras sanciones. ¿Quién manda entonces? ¿Acaso el ente madre del fútbol nacional tiene más peso y poder que el Gobierno provincial o que una subsecretaría de Deportes? ¿Es Claudio “Chiqui” Tapia más influyente que el gobernador Rodolfo Suárez?

Evidentemente en Capital Federal nadie pensó, además, en el estado físico de jugadores que ven seriamente amenazado su futuro justamente porque no tienen la chance de ponerse a punto. ¿Qué tenemos para decir sobre la pérdida de masa muscular y el costado psicológico que supone este freno obligado al que fueron sometidos?

Buenos Aires tienen alrededor del 90% de los contagiados a nivel nacional. Se entiende muy bien por qué no se les permite salir a practicar a los deportistas con residencia allí, pero... ¿no sería mejor ir recuperando el estado físico de los otros, los de muchas provincias, los que sí están favorecidos con un contexto no tan agresivo de la pandemia?

Es muy atinada la decisión de que el torneo no comience hasta que todos los clubes participantes estén en condiciones. Pero es lamentable la determinación de prohibir los entrenamientos más allá de Buenos Aires precisamente porque allí no pueden hacerlo. Una mirada unitaria y para nada federal.

Es curioso escuchar a dirigentes afistas hablar ahora de ventajas y desventajas deportivas. Tal vez esta coyuntura sirva para volver a discutir el absurdo reparto de dinero entre los clubes, a sabiendas de que los elencos bonaerenses siempre han recibido cifras muy superiores en relación a sus pares del interior. Bueno sería que en AFA se discuta, por ejemplo, por qué la B Metropolitana está económicamente más asistida que el Federal A, siendo la misma categoría.

Pruebas no hay, aunque dudas tampoco: si el problema fuese al revés, es decir, si Buenos Aires estuviese “limpia” de coronavirus y Mendoza complicada con la transmisión comunitaria, no solo se entrenaría en Capital Federal y alrededores sino que, muy posiblemente, la Liga Profesional hubiese comenzado.

En cuanto al regreso del fútbol nacional, en todas sus categorías, nadie puede aventurar una fecha. La incertidumbre es plena. Hay quienes piensan que agosto sería el mes indicado, otros se prenden a la idea de septiembre y algunos van más allá de noviembre. La AFA autorizaría la vuelta a los entrenamientos cuando todo el país esté, al menos, en fase 4.

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