Parece que fue ayer, pero ya asaron 365 días del domingo 29 de octubre del 2023, cuando Independiente Rivadavia abrió las puertas del cielo y se metió en el paraíso. Cuesta ordenar los hechos y tener objetividad en el grito de Brian Sánchez. Ese fue el preciso momento en que tembló en Córdoba. El Mario Alberto Kempes fue una marea azul que todo lo consumió. Esos locos que hoy todavía caminan con una sonrisa por la calle, como una premonición, enfilaron en caravana “a la tierra prometida”, para el último capítulo de una temporada de ensueño. No hace falta contar el final de la historia tras la sentencia por parte de Victorio Ramis. El 2-0 que selló a fuego el momento más inolvidable de la rica historia leprosa.
“Hicimos feliz a muchas personas hace un año. El video del gol lo he visto mil veces, lo disfruté mucho. Todo fue perfecto porque además estaba mi familia”, contó Pipe en el programa Dos de Punta, ayer.
Y como el goleador, todo el plantel que participó de la hazaña sabe que quedó en la página de oro de la entidad del Parque General San Martín. “Estoy muy feliz de haber sido protagonista aquella final en Córdoba”, dijo Pipe. Y agregó: “Sentíamos que íbamos a ser campeones. Cuando vi que la pelota entro fue una alegría máxima, es de los goles más lindos de mi carrera”.
“La emoción nubla la razón”, dicen. Y de inmediato empiezan a llegar postales de aquel día. La vuelta olímpica en el Kempes, los festejos en la tribuna, el retorno a Mendoza, los miles de fanáticos que cruzaron el Arco Desaguadero convencidos de la proeza y se volvieron campeones, con la Lepra en Primera División y soñando el primer clásico ante Godoy Cruz en la máxima categoría. Y ni hablar cuando llegó el momento de recibir a los héroes en el Bautista Gargantini. Lo de los hinchas fue asombroso. Amor con amor se paga.
El repaso obliga a marcar algunos aspectos determinantes de aquel equipo. El primero es su entrenador, Alfredo Jesús Berti, Y hablamos en presente porque el Gringo, que eligió irse tras el ascenso, volvió a la entidad, hace un puñado de partidos. El amor es más fuerte. Ya en su primera vez en Mendoza, había mostrado su categoría al salvar al equipo del descenso, cuando parecía estar condenado y con la soga al cuello. No es casualidad el cariño de los hinchas, que le profesan un amor sin tiempo y celebraron entusiastas el anuncio de su tercer ciclo en el Azul del Parque.
Y el otro aspecto, determinante desde el juego, fue Alex Arce. El goleador paraguayo que llegó en silencio y, con 26 tantos, se consagró goleador no solo de la categoría, sino también del fútbol argentino de aquel semestre. Su talento sorprendió a propios y extraños y, aquella vez, el guaraní cumplió dos sueños en menos de 48 horas: el ascenso a la máxima categoría y la convocatoria a la Selección de Paraguay.
Claro, hubo otros puntos altos: Juan Elordi, Maximiliano Gagliardo, Franco Romero, Luciano Abecasis, Mauro Maidana, Francisco Petrasso, Matías Reali, Diego Tonetto y Ezequiel Ham. Una máquina de ganar y sostener una idea que no cambió durante toda la temporada. ¿Cuál fue el argumento de la obra? Un trabajo serio, en equipo, con un plantel solidario y siempre dispuesto a una batalla más.
Aún hoy, Maximiliano Levy, presidente de Almirante Brown debe estar arrepentido de haber provocado al plantel azul: “Por mí, la final la jugamos en cancha de Independiente Rivadavia”, lanzó. Un cañonazo inoportuno, una declaración de guerra que terminó condenando a la Fragata a su hundimiento.