La historia cuenta que el Maringa, el Pato y el Cuchufleta eran sus socios durante los fines de semana en el tablón de alguna cancha, donde el Pato era el encargado de vender a los hinchas el horóscopo de la Madre Proserpina, una especie de astróloga para los muchachos de la popular; una suerte de vidente del fútbol mendocino de los años ’70 y ’80, conocida por muchos y que acomodaba el horóscopo a gusto de cada simpatizante. “Como pa’ meter el optimismo de cada temporada a plazo fijo”, decía el protagonista de esta historia.
Carlos Lépez, o Hilario Alcórner para los más memoriosos, habitaba la tribuna del fútbol mendocino. Era su lugar en el mundo. La popular de cualquier cancha lo encontraba desde muy temprano, en una especie de ritual dominguero, contando lo que el ingenio popular decía en cada gambeta o goce repentino.
Hilario Alcórner, o Carlos Lépez para los distraídos, fue bibliotecario de la Facultad de Filosofía, donde se jubiló; periodista y escritor. Un adelantado para la época. Desde afuera, desde la popular, el fútbol tenía una maravillosa perspectiva. Escribió novelas, libros de poesía, de cuentos y ensayos. También fue director de las revistas deportivas La hoja de Hilario y Córner Corto. Su debut como periodista se dio en 1969, en el diario El Andino.
Aunque no era un desconocido entre las hinchadas, solía pasar desapercibido por su talento para camuflarse.
Tenía un talento único para contar y dibujaba cada jugada de manera peculiar. Le ponía un poco de brillo a esos encuentros donde nada sucedía. Cada clásico local tenía una expresión diferente. Se colgaba del humor con cierta picardía y a veces despertaba algunos reclamos. Una vez, el Gallego Salei, histórico arquero del fútbol mendocino, fue a buscarlo a la redacción del Diario Hoy para recriminarle el título de una columna: “Salió Salei y la pelota entrai”. Aquella tarde, Andes Talleres perdió por una mala salida del arquero y desde el humor, Alcórner intentaba contar lo sucedido. Todavía hoy despegan las carcajadas cuando recuerdan como el ‘Gallego’ pensaba que se estaba burlando de él. “Solo es una frase, Hilario sólo juega con las palabras”, le dijeron aquella tarde a Salei. Y vaya si tenían razón. La pluma distinguida de Alcórner decía cosas maravillosas desde la mejor posición que un hincha puede encontrar en la cancha: la popular. “Y para saber que todo es música, también tenés que ir al Parque a esa hora que los pájaros derraman por el aire la canción más hermosa que podés escuchar. ¡A los chori, muchachos, a los chori! El Pato meta echar humo para no ver la cara que tenían los chorizos. Y ahí estábamos con la barra, esperando la hora del partido entre el Lobo y los muchachos de Rivadavia”.
Su pluma dibujaba y acariciaba las columnas en los deportivos del lunes.
Una tarde, alguien lo encontró en la esquina Avenida Mitre y Manuel A. Sáez, en pleno corazón de San José, donde la cancha del Boli indica que esa es “zona académica”. Cuando le preguntaron qué hacía solo allí, señalando los incidentes del momento, respondió: “Es que están el ‘Garrafa’ y el ‘Fósforo’ pegando fuerte; ¡si se juntan, en cualquier momento estalla todo!”.
Solía pasear entre los hinchas: un ratito alentaba al Lobo y más tarde gritaba por la Lepra; a veces iba por la Academia y en otras por el Cervecero. Sin embargo, su mayor afinidad estaba en “calle Olascuaga”, como le decía. El Globo era su pasión y en muchas ocasiones le dedicó sus líneas.
Ahora, en estos tiempos de pandemia, sin tardes domingueras de fútbol, la pluma de Lépez, o Alcórner para los poetas, le pondría un toque de sarcasmo y melancolía a estos días grises.
“Los periodistas deportivos entrados en años llevan una relación peligrosa con el tiempo: mientras más mayores son, más son alcanzados por la nostalgia. Los periodistas deportivos de verdad nunca dejan de ejercer su profesión. Y los periodistas deportivos apasionados no pueden dejar de escribir”, contó el también periodista Rolando López hace unos años cuando le hizo una entrevista a Lépez. Quizás sea la mejor forma de cerrar esta nota; eludiendo los puntos finales y buscando otras maneras de contar.
Desde el Tablón, se ve mejor
¡A cinco muchachos, a cinco sopes compren el horóscopo de la Madre Proserpina! El único acomodado para que te vaya bien en todo”. Cuando se van cayendo las últimas hojas del almanaque, nosotros caímos por lo de la Madre Proserpina para que la reina de la bola de cristal nos diera alguna noticia de cómo le va a ir a los barra en el 1985. Y la Madre Proserpina nos regaló unos yuyos y tenemo’ que tomar uno después de cada comida, si es que hay…
Y lo encontramo’ al Pato rebuscándose la vida con el horóscopo en la puerta del estadio provincial, antes del partido entre el Lobo y los chochamus de Tunuyán Sports Club, que andan recontentos y rechochos porque por todas partes se dice que es una hinchada modelo ’84.
¡Un grito de corazón tobillero, tobillero! Un grito de corazón para recibir a los hijos de Tunuyán, la dulce. Ahí estaban el Quito Fuentes, el Chacho Testa, Daniel Quiroga, Daniel Ortiz, Eduardo Bazán, integrantes de la barra brava tobillera y la simpatía enorme de la señora Mirtha Santillán, una especie de ángel de la guarda de la barra. Y guarda con pasarse.
Los muchachos de Tunuyán recién estaban desenfundando el bombo cuando una ráfaga de Pampero pone uno a cero a favor de Gimnasia. Y vos sabes que el que madruga es porque se levanta más temprano.
Cada vez que llegaba un centro al área de Tunuyán quedaba el desparramo de defensores cosa que aprovechó el Sanjua Rodríguez para poner el dos a cero.
Como el partido estaba bastante descolorido el árbitro le puso color amarillo cuando un defensor de Tunuyán le pisó un callo a un jugador de Gimnasia. Y terminó el primer tiempo cuando el Cuchufleta se estaba quejando de que el tanto estar sentado en el tablón caliente se había recalentado el motor.
Algunas metidas de pata de Zapata, algunas escapadas de Marcucci comenzaron a verse en el segundo tiempo. También se ve un pechazo de un delantero de Gimnasia y un pechazo a esta altura del mes se castiga con tiro libre que se fue a los tomates. Después de eso el lasman* le mandó un mensajero al referí para decir de que había orsai cuando ya estaba el tercero de Gimnasia.
Los Muchachos de Tunuyán, alegres y muy animosos a pesar de la derrota, sacaron el canasto pusieron los pepinos y emprendieron el regreso hacia la hermosa tierra de Tunuyán. Cuando salíamos de la cancha, el Pato siguió con el rebusque que tiene ahora, en estos días en que se van cayendo las hojas del almanaque y ya se prenden las luces de un nuevo año.
¡Compren el horóscopo de la Madre Proserpina, a cinco, sope, muchacho, a cinco!
Hilario Alcórner - *Fragmento de uno de sus textos.