Más que un banco de suplentes es una silla eléctrica. Para los entrenadores y todo su grupo de trabajo. Una vez más, los últimos episodios en el fútbol argentino demostraron que el único proyecto real es el resultado inmediato. No hay más que eso.
En lo que va de la temporada 2023, las dos principales categorías del fútbol argentino se “comieron” a 19 entrenadores. Sí, 19 en no más de 11 fechas. Con culpas compartidas, el trabajo a largo plazo es prácticamente imposible si esta forma de trabajar se sostiene como norma del otro lado de la línea de cal.
Cuántas veces escuchamos en conferencias de prensa esta frase u otra que se le parezca: “Para este momento que atraviesa el club, elegimos a este entrenador porque acercó un ambicioso proyecto que...”. Mentiras de presentación. Eligen a un DT que calme las aguas en el intento por mejorar una situación tensa. En el 99% de los casos es así. Los procesos no se respetan, los empates cuentan como derrota y la paciencia tiene mecha corta; conclusión: el único proyecto es el resultado y sería bueno que el hincha sepa y entienda que por aquí va (e irá) la cosa en el club de sus amores.
En Primera, 8 entrenadores menos en 10 fechas
La situación es preocupante: ya son 8 los directores técnicos que dejaron su cargo (despido en la mayoría de los casos) en lo que va de la Liga Profesional 2023. Llegaron hace horas como la mejor opción posible y, al cabo de 10 partidos, se fueron por la puerta de atrás.
Es tan delicado el momento de los entrenadores de fútbol que muchas veces, siendo ídolos por su época de jugadores, acaban insultados y “manchados” por el fracaso casi seguro que supone tomar las riendas del equipo ya con el buzo de DT.
La actualidad no perdona y la velocidad de los acontecimientos es abrumadora.
A saber: Alexander Medina en Vélez Sarsfield, Hugo Ibarra en Boca Juniors, Rodolfo De Paoli en Barracas Central, Marcelo Saralegui en Colón de Santa Fe, Gustavo Munúa en Unión de Santa Fe, Diego Flores en Godoy Cruz, Leandro Stillitano en Independiente y Abel Balbo en Estudiantes de La Plata vieron interrumpidos sus ciclos. Y no serán los únicos de aquí al final de campeonato.
Todo esto sin contar a los 11 adiestradores que tuvieron que dejar sus cargos en la Primera Nacional, la segunda división. Uno de ellos fue, recientemente, Ever Demaldé en Independiente Rivadavia.
Ganar, ganar y ganar. No importa el cómo, hay que ganar, caso contrario, chau. Pareciera ser esa la premisa básica alrededor de los escritorios de los clubes ligados fuertemente al fútbol. Y no es un capricho de este periodista echar luz a una situación que ya excedió los límites de lo tolerable, es necesario.
La presión de los hinchas (que no pocas veces amenazan a Dios y María santísima cuando los resultados son adversos y hasta provocan disturbios), la desidia de algunos dirigentes a la hora de contratar bien a jugadores y entrenadores, la irresponsabilidad de una parte del periodismo deportivo con sus opiniones netamente exitistas y el mal trabajo de varios entrenadores son un cóctel que termina detonando en cada provincia, en cada categoría, todo el tiempo.
El Tomba, con 9 entrenadores en 4 años
En cuanto a Godoy Cruz Antonio Tomba, surge un dato más que llamativo: los últimos 9 entrenadores que tuvo no pasaron los 6 meses en el cargo. Todo en el lapso de 4 años.
Desde la salida de Diego Dabove, pasaron Marcelo Gómez (6 partidos), Javier Patalano (5), Lucas Bernardi (21), Daniel Oldrá (11, interino), Mario Sciacqua (8), Diego Martínez (9), Sebastián Méndez (23), la dupla Orsi-Gómez (31) y el recientemente despedido Diego Flores (38 partidos en 2 ciclos).
La sangría no distingue momentos ni categorías, es una constante aceptada en el mundo del fútbol. Pasa en Boca y River, en el Federal A y las ligas locales.
Todos queremos ganar, todos queremos ser competitivos, todos anhelamos levantar la Copa. Pero si no se apuesta a procesos a largo plazo, bancando prueba y error, será muy difícil.