Sus primos lo obligaron a iniciarse en el mundo del hockey sobre césped cuando era un niño, en el Club Alemán de Mendoza, y aunque no había puesto demasiadas expectativas, de a poco se fue enamorando del deporte sin imaginar que, años más tarde, lo llevaría a jugar para el equipo de Slough, en Londres (Inglaterra), de donde regresó días atrás.
Facundo Arata tiene 19 años y es un todo-terreno: estudia ingeniería civil en la UTN y para solventar sus gastos hace algunas changas de herrería y carpintería. Todo esto mientras se luce como delantero en dos categorías: Primera y Quinta del club de Dorrego.
“Mi sueño, desde que soy muy niño, es integrar la Selección argentina y, de hecho, fui parte de la concentración que se hizo días atrás en Mendoza, por eso tengo ilusiones. Quiero representar al país pero eso sí: jamás dejaré de estudiar”, resumió, en diálogo con Los Andes.
A través de un amigo, Facundo se contactó con directivos del club inglés ubicado en la ciudad del mismo nombre, situada en el condado de Berkshire, en el Sur de Inglaterra, a 32 kilómetros al Oeste de Londres.
“Me convocaron de un momento a otro. En pocas horas me decidí, armé las valijas y partí. Desde lo personal, resultó una gran experiencia porque jamás imaginé tener semejante posibilidad siendo tan joven”, reflexionó.
Sin embargo, desde el punto de vista deportivo, el nivel de Mendoza es significativamente superior, advirtió. “Entrenábamos una vez a la semana y eso me bajoneaba bastante, ya que acá el club exige ir todos los días y la rutina es mucho más rigurosa”, amplió.
Claro que por cada partido era muy bien remunerado y eso le permitió solventar sus gastos y poder afrontar recorridos, paseos y pequeñas compras en aquel país. “Lo que ganaba me alcanzaba para vivir aunque sin darme grandes lujos. Ese sueldo era muchísimo si lo comparamos con los ingresos promedio de la Argentina”, comentó.
Ejemplificó: “Le reparé una bicicleta a una argentina, un trabajo que hice en pocos minutos y cobré 50 libras, algo así como 12 mil pesos. Ella estaba feliz porque le pedían 150 por el mismo arreglo, casi el valor de una nueva”.
Justamente el tiempo libre que Facundo tenía en Londres lo llevó a buscar otro trabajo más allá del hockey. “Les comenté a mis compañeros de equipo que me sentía un poco aburrido, con tiempo ocioso. Sin embargo, las reglas se cumplen a rajatabla y, al no tener la Visa de trabajo, nadie me ayudaba en ese sentido”, dijo.
El fin de la temporada y el nivel de aquel equipo finalmente lo terminó obligando a regresar a nuestra provincia. Claro que también le jugó en contra el hecho de no hablar inglés de manera fluida. “Fue toda una lección, porque si bien toda la vida estudié el idioma, nunca me había imaginado que iba a viajar de manera repentina. No saber bien inglés me limitó muchísimo y de alguna manera me aisló”, reflexionó.
“Insisto, fueron meses muy productivos pero acá deportivamente avanzaré más y ni hablar si logro entrar a la Selección. Tengo muchísimas expectativas, aunque sé que no podré vivir del deporte, por eso finalizar mi carrera lo tomo como una prioridad”, sostuvo. A lo que agregó: “En la Argentina y en todas partes del mundo creo que tener un título es un valor agregado que nadie te lo quita”.
Hijo de Roberto, mecánico de máquinas viales, y de Claudia, psicopedagoga, Facundo tiene tres hermanos más: María, Matías y Sol. La familia vive en Guaymallén. Cursó la primaria en la Escuela Carmen Vera Arenas y la secundaria en el Colegio Universitario Central, ambos establecimientos dependientes de la Universidad Nacional de Cuyo.
Si bien integra el seleccionado mendocino de hockey masculino y fue elegido entre los mejores jugadores de la provincia para formar parte de la concentración nacional, este delantero y excapitán de su equipo aspira a mucho más. “En Mendoza se toma al hockey mucho más profesionalmente y además los jugadores vuelcan mucha pasión en la cancha, siempre con la mentalidad de ganar todos los partidos y seguir trabajando para eso”, concluyó.
Finalmente, sostuvo que Mendoza no tiene nada que envidiarle a hermosas ciudades que tuvo la suerte de conocer durante su estadía en el Viejo Continente. “Conocí Bélgica, Escocia, por supuesto Londres en toda su extensión y si bien todo eso es maravilloso, aprendí a valorar a Mendoza, sus bellezas naturales y su potencial”, consideró. “Me sentía orgulloso ver en las góndolas de todos los supermercados que he visitado, los vinos mendocinos. Sin dudas es nuestra mejor carta de presentación”, finalizó.