Es como volver a los tiempos de escuela y esperar con ansias el timbre que anuncia el primer recreo. Hacerle una guiñada al amigo, ganar espacio en la nutrida puerta del aula y correr a toda velocidad hacia el patio. Con el inmenso y único fin de intercambiar las figuritas del Mundial, los bolsillos de los guardapolvos lucen repletos de caras raras de futbolistas de todo el planeta.
Que te doy la que querés por 20 de las tuyas, que necesito al 4 de Túnez, que no me vengas con el 10 de Dinamarca que lo tengo repetido, que te juego este “toco” en la “tapadita” hasta que la celadora pegue el grito y nos manden de las orejas a clases.
El incomparable deseo de volver al pupitre con el tesoro conseguido nos llena los pulmones de pasión. La sonrisa se dibuja como un golazo de Copa. No importa si la seño nos reta, pegamos con boligoma la conquista en el cuadradito correspondiente y así estamos más cerca de subir al podio.
Así sentimos la mayoría de los adultos esto de volver a comprar un álbum de figuritas para jugar a ser chicos otra vez. Nuestros años felices.
Al leer la nota que le hizo para Los Andes el periodista Rodrigo Olmedo al coleccionista de figuritas Maxi Algañaraz hubo un dato que me llamó poderosamente la atención: el entrevistado tiene 28 años y hace 25 que junta figuritas contra viento y marea, llueve o truene. Casi toda su vida. Es decir, nunca dejó de ser el niño que las juntaba en la escuela. Y qué lindo suena eso en clave futbolera.
El ejemplo de Maxi es, tal vez, el tuyo o el mío. La pasión no sabe de edades y el fútbol da cuenta de ello. Da lo mismo si quien va al kiosco y le dice al vendedor “hola, ¿me da un par de paquetes de figuritas del Mundial, por favor?” es un pibe de 10 años o un adulto de 70. Nunca se abandona lo que nos hizo tan bien. Nuestros años felices.
Este 2022, a diferencia del registro de 2014 y 2018, sacó a relucir el fanatismo enorme por el Mundial de fútbol que se avecina y la previa está toda copada por las figuritas. Una de las tantas explicaciones quizás sea la esperanza renovada en nuestro país con “La Scaloneta” como protagonista. Otra puede ser el último Mundial de Lionel Messi, el de la figurita más difícil.
Que los niños y niñas de hasta 12 años pidan plata para “las figus” no es una novedad. Sí lo es que uno de 50, en medio de una galopante inflación, encare el centro comercial y salga con álbum y varios paquetes de figuritas para él mismo. Y ojo, los muestra con orgullo hasta en sus redes sociales, nada de esconderse. Es el niño interior que se puso la 10 y salió a jugar un rato.
En toda la geografía nacional, es récord la venta de figuritas de Qatar 2022. Detrás de ese dato están padres y madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, padrinos y madrinas que ponen unos buenos pesos a modo de mimo para los más chicos. Y para ellos mismos, que sueñan con ojos bien abiertos apenas se rompe el envoltorio.
Dele, seño, termine la tarea que no vemos la hora de cruzarnos al quioskito. Nos espera una nueva ilusión. No vaya a ser cosa que con estos últimos 150 pesos que nos quedan consigamos la que nos falta. Dele, seño, que somos pibes queriendo volver a vivir nuestros años felices.