Lo primero con que uno se encuentra cuando conversa con uno de los refuerzos mensana, Marcos Agustín Gelabert, es su capacidad para expresarse. El pampeano, que tras la cuarentena correspondiente inició el martes los entrenamientos con sus compañeros, cuando habla permite descubrir los matices de una charla que se vuelve exquisita por las anécdotas y los detalles.
-¿Cómo fue la vuelta a los entrenamientos?
-(Piensa unos segundos) Rara, porque no podés dialogar con tus compañeros. Estuve con jugadores a quienes conozco: el Pelado Vera, Cristian Llama y Ramón Lentini y apenas pudimos cruzar algunas palabras, separados por varios metros de distancia. La misma situación con el cuerpo técnico; charlamos, pero fue raro.
-A punto de cumplir 39 años (NdR: el próximo 16 de setiembre), ¿Cómo estás en lo físico?
-Muy bien porque no paré nunca. Soy consciente que a la edad que tengo no me puedo relajar. Al fútbol no se juega con el documento. El año pasado fui el volante que más estuvo en cancha en San Martín de San Juan. Estoy ilusionado; entrené a la par de los chicos y tengo muchas ganas.
-¿El retiro está lejos entonces?
-Ni siquiera lo pienso. Las estadísticas me avalan. Si hubiera jugado poco en San Juan en los últimos seis años, quizás sería diferente, pero soy el volante que más goles hizo, el que más partidos jugó y el que menos se lesionó. Descanso lo necesario, como bien, entreno bien... Acá me encontré con pibes de 20, 21 o 22 años y no puedo regalar nada si quiero jugar. Tengo que aprovechar bien cada momento.
-¿Cuál es la clave?
-Hay que ser un profesional las 24 horas. Tuve maestros como la Bruja Verón, José Luis Calderón, el Cabezón Trotta... No digo que el domingo no como asado o en la semana una milanesa, pero tengo que cuidarme en todo sino no puedo competir con pibes 15 años más jóvenes que yo.
-¿Cuesta concentrarse en lo físico cuando hay que estar pendiente del distanciamiento, del barbijo o de desinfectarse?
-Es tan raro. Ahora tocas la pelota y hay que desinfectarla; haces un dribbling, aceleras, pateas a un arco chiquito y tenés que ir a buscar la pelota, cuando eso lo hacía el utilero o un ayudante. Tenemos que acostumbrarnos a esta nueva forma de entrenar, porque la situación es delicada. Tenemos que ser inteligentes y cuidarnos entre nosotros.
-¿Por qué elegiste Gimnasia?
-Porque si bien es cierto que tuve ofertas de Buenos Aires, desde hace un tiempo mi intención es vivir en una provincia tranquila. Mendoza es una provincia maravillosa, que tiene todo. Además, quiero resaltar la predisposición de Fernando (Porretta), Marcelo (Mut) y toda la Comisión Directiva. Desde el primer día están pendientes de mí y me siento muy contento de haber elegido Mendoza.
-Encima con chances de pelear el ascenso...
-Llegó a un club que terminó muy bien el torneo. Lo enfrenté en amistosos y sé la calidad de jugadores que tiene. Se ha sumado una camada joven que empuja y que provocó que Gimnasia termine como terminó.
-Llegás para reemplazar a Iván Ramírez, uno de los jugadores que más rindió en la temporada, eso te pone en la obligación de asumir tu rol como referente...
-Creo que uno tiene que asumir el rol que le toque. Después uno, dentro del vestuario y en el día a día, sabrá si es referente o no. Vine con el propósito de jugar, de sumar y rendir como lo hice en toda mi carrera. Esa es mi manera de pagarle al club todo el esfuerzo que está haciendo. Sin embargo te digo que no me considero un referente. Si me gustaría poder transmitir a los más chicos la experiencia que tengo. Esperemos que mi paso por Gimnasia sea muy bueno.
Un año inolvidable: en 2009 enfrentó al Barcelona multicampeón
Surgido en Estudiantes (LP), el “Pampa” emigró en 2006 al St Gallent de Suiza, para luego pasar en 2008 al Basilea, donde iniciaría un periplo que un años después lo llevaría a enfrentar, por la Liga de Campeones, a un Barcelona que, aquella temporada, bajo el mando de Guardiola y con Messi, Xavi e Iniesta, entre otros, ganaría seis títulos.
“Fue asombroso. Era imposible marcarlos. Estaban tres segundos adelante y tenían un control orientado que les hacía todo más fácil. En Suiza nos hicieron cinco goles y en el Camp Nou empatamos 1-1”, contó.
“Basilea fue la decisión más maravillosa de mi carrera. Cuando me fui, fue porque surgía un tal Granit Xhaka (NdR: hoy en el Arsenal inglés) y sabía que iba a comer banco (risas)”.
“En Suiza, cuando terminó el partido le pedí la camiseta a Messi y me dijo que se la había prometido al hermano de Eto’o, que cumplía años, pero que en Barcelona me la daba. Se la pedí a Xavi, mi ídolo, pero justo tuvimos que ir a saludar a los hinchas, así que lamenté perderme la oportunidad. Sin embargo, cuando llegué a la boca del túnel de ingreso a los vestuarios, estaba Xavi esperándome para cambiar camisetas. En el Camp Nou se la pedí a Eto’o porque me daba vergüenza volver a pedírsela a Messi. Sin embargo, Lionel me llamó e intercambiamos. Eso es lo que hace a esta clase de jugadores mucho más grande aún", finalizó.