El análisis apunta a ir enfocado mucho más allá del resultado: un amargo 0-0 sin vencedores ni vencidos. Lo que bajo ningún pusto de vista se puede soslayar es que este Godoy Cruz del “Gato” Oldrá posee una fisonomía y estilo más arraigado al paladar tombino; la esencia del fútbol es el ataque. Y el equipo tiene ese ADN ofensivo que le permite recuperar la pelota en los cinco segundos posteriores a haberla perdido.
El primer tiempo del Tomba fue realmente avasallante. Voraz, incisivo, decidido y directo, si no se fue al descanso con dos tres goles de diferencia fue por obra y gracia de la maldita eficacia a la hora de traducir en goles esos 16 disparos al arco que intentaron sus volantes y delanteros.
En esos primeros 45 minutos, mientras el “Gallego” Méndez no paraba de hacer ademanes desde el corralito, Unión prácticamente no cruzó la mitad de la cancha y se sometió al dominio exclusivo de un adversario que lo erosionó por las bandas y lo buscó permanentemente con remates desde afuera del área. Por caso, Hernán López Muñoz, Tadeo Allende, Enzo Larrosa, Gonzalo Ábrego, Lucas Arce, Roberto Fernández y cuanta camiseta azul y blanca se arrimara por cerca del área del Tatengue, se animó a probar desde fuera del área.
Pero no hubo caso. La pelota no quiso entrar. Ni siquiera cuando Enzo Larrosa la bajó al medio del área chica -cuando sólo tenía que arquear levemente el parietal para acomodarla directamente en el arco- y Corvalán se la llevó puesta para que el balón se perdiera en el tiro de esquina.
El buen arranque de Godoy Cruz (algo impreciso en la salida con los centrales) se vio reflejado rápidamente en la actividad de los mediocampistas. El buen control de pelota en el juego de posición en campo adversario se complementó con una búsqueda insaciable del arco tatengue.
Engripado durante casi toda la semana, el “Gato” prescindió de los servicios del Rey Salomón Rodríguez y apostó por Enzo Larrosa. El “yorugua” no hizo un mal partido ni mucho menos, pero falló en la zona caliente. Y el Tomba lo sufrió porque fue en el único lugar donde le faltó pesó en ese primer tiempo casi de ensueño.
Lucas Arce, que se sintió como en casa (jugaba en el Lobo), pasó como un avión a chorros, Bruno Leyes se hizo amo y señor del mediocampo y Gonzalo Ábrego le dio mayor fluidez y dinámica a sus asociaciones con López Muñoz y Allende. Así, el Tomba voló en el verde césped del resembrado campo de juego del Víctor Antonio Legrotaglie. Pero perdonó. Y en este fútbol moderno eso está prohibido.
El complemento le fue desfavorable desde el principio a Godoy Cruz. Los gritos del “Gallego” Méndez en el vestuario despabilaron al colero del campeonato, que salió con otra predisposición táctica, física y hasta psicológica.
Unión salió del asedio en el segundo tiempo, se animó a jugar y se plantó en campo tombino. El dominio abrumador de Godoy Cruz ya no fue tal y al Tomba le costaba generar circuitos de fútbol similares a los del primer tiempo.
Inteligente, el Gallego cerró un poco más a los internos y liberó a los laterales. Y a partir de ese pequeño retoque, el partido fue otro. De hecho, a los 15′ Rasmussen salvó en la línea un remate de Machuca que pedía arco. Y dos minutos después, el “Ruso” Rodríguez tapó un mano a mano ante Matías Vecino, quien partió bien habilitado.
El Gato movió el banco, pero ni Salomón, ni Ramírez ni Cingolani pudieron cambiar la ecuación. Para colmo, a los 33′, Mauro Luna Diale sacudió la red del arco que da a calle Lencinas con un remate potente y arriba. A Dios gracias -y al VAR- Arasa anuló la conquista por una mano ofensiva de Machuca, quien acomodó el balón en la jugada previa.
Los minutos finales fueron de ida y vuelta. Electrizantes. En el descuento, Conechny metió un pase largo bárbaro para Allende, quien controló y encaró hacia el arco, remató de zurda, a las manos de Mele. En la contra lo tuvo Machuca y remató de zurda muy cerca del ángulo derecho del Ruso. Y en la última, lo sacaron a pasear a Ezeiza, centro desde la derecha y Cañete remató apenas desviado. ¡Uuuuhhhhh!
Así las cosas, el punto no frenó al Expreso. Al contrario, le permite sumar y continuar por la ruta del viento de cola que dan los resultados positivos.