¿Podemos reconocer la frase “no prepares el camino para el niño (o niña), prepara al niño (o niña) para el camino”? Qué gran verdad, en todos los aspectos de la vida. Y no hay mejor ejemplo de esto que la historia a contar.
Dos mujeres, ambas con conquistas deportivas extraordinarias y con la particularidad de ser madre e hija.
La primera actualmente médica pediátrica, andinista, con 17 cumbres al Aconcagua de las cuales una fue lograda en el día, en 17 horas precisamente. La segunda es una de las esperanzas olímpicas de Mendoza para Tokio 2021. Ellas son, María Marckern y Celia Tejerina, respectivamente.
Mujeres de la misma sangre de lucha y vencedoras
Para conocerlas un poco más describiremos brevemente sus logros y objetivos, comenzando por la progenitora, para entender por qué la manzana cayó cerca de su árbol.
María Mackern es andinista mendocina que ostentó hasta hace poco la marca de menor tiempo en hacer cumbre en el Aconcagua (batida posteriormente por la brasileña Fernanda Maciel). Es esposa de Carlos Tejerina, un reconocido guía de montaña y formador de andinistas, con una vasta trayectoria.
Desde la adolescencia sintió gran atracción por el maravilloso escenario montañoso de nuestra provincia y al ingresar a la Universidad Nacional de Cuyo, a la Facultad de Medicina, no dudó en sumarse al Centro Universitario de Andinismo (CUDA), cuyo encargado de las expediciones era Carlos. Con 18 años hizo su primera cumbre.
Ya con hijos, el andinismo quedó repartido entre su profesión y su responsabilidad de madre. Sin embargo, esa fuerza por volver fue sentida desde las entrañas. Y en el 2001 lo hizo con un objetivo propuesto: subir el coloso en un día, lo cual nunca antes lo había logrado una mujer y unos días antes lo había conseguido un argentino, guía de montaña norteamericano, que se adelantó tras saber el plan de Marckern.
“A las 20 en punto del 6 de febrero, el Jefe de Guardaparques Pablo Perelló en Horcones cronometró nuestra salida, porque comencé a subir con un compañero, Rubén Barrera, en esta misión. A las 23 cruzamos Playa Ancha rumbo a Plaza de Mulas. Pero desde Nido de Cóndores seguí sola”, contó.
Carlos, con un grupo del CUDA la esperó en Independencia y todos llegaron a los 6.962. El guía Laky Gómez, quien ya estaba arriba con su handy, “avisó que el desafío lo habíamos cumplido” al medio día. En el descenso, ella prefirió acompañar al grupo, de lo contrario, su tiempo habría sido menor.
El momento más lindo fue contada por María. Cuando para cualquiera diría que su momento inolvidable habría sido la cumbre en un día, para ella, la mejor de todas fue la alcanzada acompañada de su hija.
“Esa cumbre fue una hazaña y lo hubiera repetido, pero no fue la única importante. Todas tuvieron algo que me marcó y recuerdo. Pero una muy especial fue la cumbre con Celita, en el 2017”, soltó.
Miradas de admiración se cruzaron en la escucha atenta de la hija hacia mamá. Sonrisas cómplices y palabras fuertes al borde de la emoción.
“Me encantaría que se repita. La montaña me encanta y la experiencia fue maravillosa. Me lo propuse después de Río 2016. Sabía que no contaba con ninguna experiencia pero estaba tranquila porque la tenía a ella (madre), una buena guía. Y me encantó”, afirmó Celita.
-¿Y qué sensaciones te dejó Celia?
-Fue lindo ver y conocer in situ lo que mi papá se dedicó siempre y lo que hacía mi mamá. Fue súper emocionante. La veía subiendo y me decía “mi mamá estaba local, subió todo esto en 17 horas, es una bestia”.
Para Tejerina conocer el Aconcagua fue una materia pendiente, que pudo cumplir y cerrar. Su destino está sobre las aguas en grandes dimensiones, manteniendo el equilibrio sobre una tabla y desafiando el viento con la vela.
Para la joven de 26 años serán sus segundos Juegos Olímpicos, estos que se aproximan en Tokio, en medio de la pandemia mundial. El primero fue Brasil 2016, con un muy buen rendimiento, esperando superarse en Japón.
Clasificó en el Sudamericano de Mar del Plata 2020, la última competencia que corrió debido a la interrupción de las actividades por la pandemia. Desde entonces no contó con ningún tipo de medición. Sin embargo, no dejó de entrenar, siempre pensando en lo próximo que se venía: el Mundial de RSX, del 21 al 27 de abril.
En julio serán los Juegos y la verdad es que “estoy bien y muy motivada, aunque no haya tenido margen como para medirme. La pandemia nos limitó. Estoy bastante ansiosa, pero bueno, esperaremos el campeonato y allí sabremos el nivel. Y a los Juegos, por protocolos, llegaremos con los tiempos justos. Será todo un desafío”, dijo la windsurfista.
Mientras, una pequeña mueca se alcanzó a ver detrás del tapaboca. La deportista de 52 años no pudo esconder ese sentimiento de orgullo: “Es una sensación impresionante, indescriptible verla. Porque somos una familia sencilla, trabajadora, que nunca tuvo algo que ver con el windsurf, ni el mar, y ella se encaminó y pudo destacarse con mucho esfuerzo, disciplina y voluntad para entrenar. Porque de eso se trata en el alto rendimiento. Ella es ejemplo de que se puede lograr lo que se propone uno”.
Y amplió: “la infancia de ella no fue difícil, como Maia. Pero si fue una infancia de una madre abocada a la medicina, al deporte y a la crianza de sus hermanos también. El mayor ayudándole con las tareas a ella. Celi se vestía y peinaba sola desde los 4 años. En conclusión, mi admiración es enorme porque es fruto de todo, y de que todo el esfuerzo que hicimos el padre y yo -con nuestras profesiones-, lo aceptó, lo naturalizó e hizo lo mismo”, explicó la médica.
Celi está en el quinto año de Contadora Publica y como su mamá articula su formación deportiva con su carrera universitaria. La lleva a la par y nunca se puso en dudas. Fue un legado y los resultados hablan por sí solos.
El futuro desconocido de Celita en el windsurf
Al cumplirse 12 años del RSX como clase olímpica con Tokio 2021, el Comité deberá cambiar. Será con un IQ Foil, la nueva clase con la que Tejerina deberá encarar su carrera deportiva.
Con características distintas será como un desafío, como empezar de cero para familiarizarse con la nueva quilla, tabla y vela.
“Me subí una vez al Foil y era prestado. Estamos viendo cómo lograr conseguir una para comenzar a entrena con esa nueva clase olímpica. La situación económica está muy complicada y eso es el próximo gran desafío. Conseguir los equipos es muy costos y necesitaremos de mucha ayuda”, sostuvo la promesa olímpica.
“Como familia, siempre la apoyaremos y estaremos allí. Pero ojalá que también pueda recibir ayuda externa para que ella siga representando a nuestro país”, concluyó la mamá.