Disputándole mano a mano el protagonismo al Zonda que azotó todo el fin de semana, Independiente Rivadavia vive horas que no olvidará jamás. Con las primeras luces del lunes, los fanáticos leprosos fueron corriendo la voz a través de diversos grupos de WhatsApp para una convocatoria ineludible, que tenía como objetivo recibir al plantel que el domingo alcanzó la gloria eterna en Córdoba, tras vencer 2-0 a Almirante Brown, y consiguió el tan esperado ascenso a la máxima categoría.
Aunque en un principio estaba establecido que la delegación azul pisaría suelo mendocino a las 12.20, finalmente hubo un retraso en la salida desde Buenos Aires y hubo que cambiar los planes. Mientras, en las inmediaciones del aeropuerto El Plumerillo, los fanáticos matizaron las horas cantando y recordando cada uno de los 120 minutos que quedaron grabados a fuego en la retina de hombres y mujeres que viven la historia azul como una religión que desde el domingo sumó nuevas deidades a su altar mayor pagano.
Por ahí andan como locos Matías Reali (que se perdió la definición por la expulsión ante Deportivo Maipú) y el paraguayo Alex Arce. Compinches dentro y fuera de la cancha. Un poco más allá, Juan Manuel Elordi va de un lado al otro, como si siguiera jugando la gran final y enfrente no estuviera una tribuna plagada de simpatizantes azules sino jugadores del Mirasol. Un poco más allá sonríe Luciano Abecasis, que mira a las tribunas, con un enorme enano de yeso en sus manos, señal de buenos augurios y depositario de las promesas del campeón. O Mauro Maidana, que se animó a un juego de preguntas y respuestas con el cronista de Los Andes, donde dejó en claro la importancia de Alfredo Jesús Berti para la coronación definitiva. Esa que vivió desde adentro como capitán y voz de mando. “No es de hablar mucho, pero cuando habla es determinante”, dice con una sonrisa. Y de inmediato, antes de volver a gritar de cara a la popular sur, agrega: “Quedamos en la historia”.
Justamente esa historia que hablará de las mil y un aventuras que vivieron los fanáticos para llegar hasta Córdoba, donde por unas horas su capital se pareció a la peatonal mendocina, repleta de banderas y camisetas con el color azul como denominador común.
Hubo cientos de ellas que podrían servir para el libro del campeón: desde los que eligieron realizar el periplo a pie, sin saber cómo iba a terminar la historia, hasta aquellos que eligieron compartir la hazaña con sus hijos. Todos emocionados hasta las lágrimas cuando el pitazo final indicaba que el Azul estaba otra vez en carrera para enfrentar a Boca, River y al Tomba, ese que ya no será el único representante mendocino en la máxima categoría.
Párrafo aparte Alfredo Jesús Berti, el padre de la criatura. Hombre de pocas palabras, supo exprimir al máximo las condiciones de cada uno de los jugadores que actuaron en la competencia y supo controlar la ansiedad de sus muchachos en la previa de la gran final en el Kempes. Para él también fue el reconocimiento, aun cuando casi no se dejó ver sobre el campo de juego del Gargantini.
¿Sabrán que sus nombres quedaron grabados a fuego en la historia de un club que logró el título más importante en la era profesional? ¿Comprenderán las lágrimas de cientos de hinchas, aún afónicos tras los goles de Sánchez y Ramis? Como sea, el pueblo leproso vive horas inolvidables y se prepara para su desembarco en la máxima categoría, con la promesa de dejar su huella.
La camiseta del gran campeón
Independiente Rivadavia es de Primera. En Córdoba, tras vencer 2-0 a Almirante Brown, el Azul consiguió el pase a la Liga Profesional del próximo año.
Esto causó una ola de festejos. Tanto en Mendoza, como en el Kempes. Allí en el estadio, los jugadores utilizaron una camiseta que ayer también portaban dirigentes y cuerpo técnico, en clara alusión al logro conseguido.
Con el azul característico, acompañado en la parte frontal con el escudo del club centrado en el pecho, sumado a dos laureles en dorado y la frase “Somos de Primera”, Arce, Ramis, Abecasis y compañía dieron la vuelta al Gargantini e hicieron delirar a los fanáticos. Los detalles de la camiseta no solo estaban en el frente. En la espalda se podía leer: “El más grande de Mendoza”, nuevamente “Somos de Primera” y “Desde 1913 la ciudad es nuestra”.