La información que se desprende de los pasillos de Boca Juniors es tan contundente como el cachetazo sufrido ante Tigre el pasado fin de semana. La goleada recibida en su debut como DT le da a Fernando Gago vía libre para introducir variantes, buscando un mejor rendimiento individual y colectivo. Los afectados serían referentes.
El entrenador no quedó contento. Eso está claro. Tanto el esquema como quienes lo integraron quedaron bajo el ojo clínico del ex volante, que no teme meter mano a pesar de la poca cantidad de prácticas y de la cercanía del gran desafío que Boca tiene por delante: este miércoles en Rosario ante Gimnasia, por los cuartos de final de la Copa Argentina.
Todo indica que Gago parará al equipo de otra forma, pasando de un 4-3-3 con un volante central, dos extremos abiertos, y un delantero por dentro, a un 4-2-3-1 con más marca y presencia en la zona de gestación.
Si hablamos de bajo rendimiento el caso emblemático es Sergio Romero. A pesar de haber mostrado interés por Chiquito cuando llegó, Pintita no lo vio bien y podría darle la gran chance a Leandro Brey, que ya jugó y cumplió a la altura de las circunstancias.
En cuanto a los defensores la gran noticia es el retorno de Cristian Lema, que podría ser de la partida en lugar de Marcos Rojo, otro de nivel bajo. En ese sector no habría más variantes. En la mitad del campo Miramón estará acompañado por Pol Fernández, que tendrá una nueva oportunidad con la camiseta de Boca. Por delante de ellos, Kevin Zenón, Edinson Cavani, y Exequiel Zeballos. Arriba como faro ofensivo se parará Miguel Merentiel.
Pasando en limpio, los once para enfrentar a Gimnasia de La Plata serían: Sergio Romero o Leandro Brey; Luis Advíncula, Aaron Anselmino, Marcos Rojo o Cristian Lema, Lautaro Blanco; Pol Fernández, Ignacio Miramón; Kevin Zenón, Edinson Cavani, Exequiel Zeballos; Miguel Merentiel.
Fernando Gago buscará su primera victoria como entrenador del Xeneize, lo que le serviría para calmar las agitadas aguas en las que está navegando a pesar de que solo arribó hace una semana. Boca no espera y, al parecer, Pintita tampoco.