No es un viernes común y corriente para el fútbol mundial. Es que un día como hoy, pero hace tres años, una noticia irrumpía entre tantas cuestiones deportivas de agenda y paralizaba al planeta: la desaparición de Emiliano Sala, el jugador que sobrevolaba el Canal de la Mancha para fichar con su nuevo club, el Cardiff inglés. 17 días después encontrarían los restos de la avioneta y de su cuerpo, confirmando el terrible final del accidente.
La avioneta que llevaba al argentino de 28 años de Nantes a Cardiff nunca llegó y un 21 de enero los sueños se acabaron para el delantero que tenía ambiciones de jugar en una de las ligas más importantes del mundo. Gracias a la exhaustiva investigación, en la que aportaron recursos el gobierno francés y la familia del jugador, la causa se resolvió y se decretaron culpables, aunque -lógicamente- a Emiliano todavía se lo llora.
Desaparición de la avioneta
El 21 de enero de 2019 Sala se subió a un avión Piper PA-46 Malibu para trasladarse desde el Aeropuerto de Nantes Atlantique a Cardiff, club en el que ansiaba incorporarse. En las horas previas, el jugador había posteado una foto en sus redes despidiéndose del club francés.
El estremecedor audio de Sala en pleno vuelo
Se supo que durante el vuelo, el santafesino envió un mensaje de voz en el que contaba su temor por la situación en las alturas: “Hermano, estoy muerto. Estoy acá, arriba del avión, que parece que se está por caer a pedazos y me estoy yendo para Cardiff, loco, que mañana sí ya arrancamos a la tarde a entrenar con el nuevo equipo, a ver qué pasa. Si en una hora y media no tienen novedades mías, no sé si van mandar a alguien a buscarme, porque no me van a encontrar, pero ya saben… Papá, qué miedo que tengo”.
Horas más tarde, se supo que el piloto había solicitado un aterrizaje de emergencia en Guernsey, área donde desaparece del radar. Allí empieza la operación de búsqueda y rescate, en la que tras 17 días se revelan que se han encontrado restos del medio de transporte y del cuerpo de Sala, en lo profundo del canal.
La investigación
Según la oficina británica de investigaciones de accidentes aéreos (AAIB), el conductor habría perdido el control de la aeronave ‘tras hacer una maniobra a una alta velocidad para sobrellevar el mal tiempo’. Además, el avión no estaba habilitado para operar comercialmente.
El organizador del vuelo, David Henderson, había decidido no pilotear ese viaje porque ‘no se sentía en condiciones por motivos personales’, por lo que contrató a David Ibbotson, quien -se presume- también falleció, pese a que nunca pudo encontrarse su cadáver. Pero Ibbotson no tenía licencia para pilotear un avión comercial ni era competente para volar con condiciones de mal tiempo o de noche, lo que Henderson sabía. A quien finalmente,
se lo declaró culpable por su negligencia, a lo que asumió que tuvo un ‘interés financiero’ y fue condenado a 18 meses de prisión por un tribunal británico, en noviembre de 2021.