Veintiun años han pasado desde que la Selección Argentina accedió a las semifinales de los Juegos Olímpicos; Sidney 2000, donde Italia se impuso y mandó al equipo argentino a conformarse con un diploma. Aquel sexteto nacional tenía entre sus titulares al histórico Hugo Conte,considerado uno de los 8 mejores jugadores del mundo del siglo 20 y el mejor de todos los tiempos de nuestro voley.
Veintiun años después, otra vez frente a Italia, pero esta vez por un lugar en las semifinales y un Conte en el campo de juego, Facundo, denominado el Heredero, quien expuso su chapa hoy más que nunca, le hizo honor a la historia y saldó aquella asignatura pendiente que le quedó a su padre y los “tanos” quedaron en el camino, en un partido histórico.
Aquel grupo de los 80′, que tuvo entre sus líderes a Hugo Conte, fue denominada la Generación del 82′, que en el mundial realizado en Argentina logró el tercer puesto y, seis años más tarde en los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88 conquistó la Medalla de Bronce, al derrotar a Brasil, 3/2.
Muchos de los jugadores de este equipo vienen trabajando desde hace más de una década juntos y, han atravesado todos los pronósticos climáticos, en estos días bajo la dirección de uno de los entrenadores más ganadores, Marcelo Méndez y van por el camino al podio bajo el liderazgo de otro Conte.
Tampoco es casual que esta selección haya llegado donde está, ya que tiene al técnico más exitoso del voley de los últimos 15 años, Méndez, quien es el DT más ganador en la historia de las Liga en Brasil, de los 55 torneos que disputó llegó a la final en 48 y salió campeón en 39; 3 de ellos mundiales y 7 sudamericanos de clubes.
Han pasado los años, y así como en su momento el hockey, con Las Leonas y el básquet, luego con la Generación Dorada se pusieron de pie, despertaron, contagiaron y movilizaron, hoy esta Selección de voley, que tiene entre sus titulares al central mendocino Agustín Loser, quiere su lugar en la historia olímpica.
Está a un paso de un salto de calidad altísimo y puede conquistar mucho más que la Generación del 82’, algo que todos desean no sólo porque juega bien sino porque contagia y emociona.
Un momento de gloria que el voley espera hace 33 años y está ahí, a un tramo de llegar a ese lugar tan sagrado como el Monte Fuji; el podio olímpico.
