Hasta que Lionel Messi no metió ese zapatazo a los 64 minutos para desatar la euforia de todo el país, que se suma a la renovación de la ilusión mundialista, la Selección Argentina había sufrido demasiado ante un tímido y cauteloso México. El elenco del Tata Martino quiso hacer su negocio apostando al empate y, por amarrete, se quedó sin nada y al borde de la eliminación tras la segunda fecha del Grupo C del Mundial Qatar 2022.
La albiceleste sabía que no había margen de error y con esa cabeza salió a la cancha. En medio de mucha ansiedad, fueron cinco los cambios respecto del equipo que cayó ante Arabia Saudita. Sin juego ni mucha idea en ataque, la primera mitad pasó desapercibida tanto para unos como para otros. Situación que amargaba aún más a la inmensa hinchada argentina ante una segunda mitad llena de incertidumbre.
Argentina fue de menor a mayor, claramente. De no generar mucho a proponer de todo. De no tirar al arco a meter dos golazos. Y todo eso gracias a las modificaciones que abrieron un partido muy “chivo”.
El acierto del DT Lionel Scaloni fue poner en cancha a Enzo Fernández, ex River y actual estrella del Benfica, quien comandó las acciones de juego, ordenó el mediocampo y se dio el lujo de marcar un golazo para el 2-0 necesario y final. Su primer grito en Mundiales. Da la sensación de que el joven volante no saldrá del primer equipo tan fácil.
Por supuesto que el encuentro se había destrabado gracias a una genialidad de Lionel Messi, quien metió un bombazo de zurda cuando no pasaba absolutamente nada. Alegría y desahogo total. Golazo y a festejar. Un tanto urgente y necesario que sirvió para controlar un cruce demasiado bravo.
No podemos no destacar que los ingresos de Fernández, Molina, Palacios, Romero y Álvarez le cambiaron la cara al equipo en el segundo tiempo. Fue notable de mitad hacia adelante.
Yendo a la última línea, trabajo destacado de Emiliano Martínez, Lisandro López y Nicolás Otamendi. Sobrios, eficaces y concentrados los 100 minutos. Gonzalo Montiel, bien, aunque amonestado y luego reemplazado. Marcos Acuña cumplió como siempre y fue opción tanto abajo como arriba.
La mitad de la cancha tuvo exponentes. Primero, Alexis Mac Allister, de gran partido. Guido Rodríguez brindó la seguridad y el control habitual y Rodrigo De Paul fue como el equipo, de menor a mayor.
Arriba, Ángel Di María, Lionel Messi y Lautaro Martínez jugaron muy aislados, desconectados. Todo hasta que se produjeron los cambios, benditos cambios que, valga la redundancia, lo cambiaron todo.
Con esos dos tantos de colección, se fueron las angustias, el miedo y las dudas que se instalaron durante las últimas 72 horas.
Ahora, a revalidar todo este crecimiento frente a Polonia. Será difícil, aunque alcanzar otra victoria significará la clasificación a octavos del final y la gran chance de terminar primeros en la zona.