Partidazo, hay que ser justos cuando este castigado fútbol argentino nos llenan los ojos. Gimnasia le paró el carro a Independiente a puro coraje y valentía, pero el Rojo no puede irse del todo insatisfecho desde el juego aunque sí desde sus propios errores, factores clave de la derrota.
Esta vez, fue la ecuación al revés: ahora le tocó al Rojo darle más al partido de lo que el partido le devolvió. No tanto porque haya generado muchas más situaciones de gol que Gimnasia, sino porque sufrió los avatares del equipo que intenta todo el tiempo contra un rival que le puso trampas defensivas en cada rincón de la cancha. Fue una situación inversa a la que el equipo de Tevez vivió en los dos partidos que jugó de visitante: en los triunfos ante Independiente Rivadavia en el debut y ante Vélez en la segunda fecha.
IGimnasia le pobló la zona media, con Castro atento a Marcone y Saravia a Tolosa, con De Blasis ayudando a todos y Ramírez volanteando para tapar las subidas de Costa. El Rojo aceptó el convite e intentó, aunque chocó más de lo que creó. No ayudó, claro, que saliera pasado de rosca y de revoluciones, lo que se reflejó en amonestaciones tempranas de Saltita González (era más roja que amarilla) y Giménez y una búsqueda apurada, a veces torpe, pasada de testosterona. No serían hechos aislados...
Así y todo, un mal despeje de Milo le quedó servido a Saltita, quien sacudió de afuera para hacer lucir a Insfrán. Después, no pasó mucho hasta una jugada a lo Patoruzú del uruguayo Saravia: que la tiró larga y la fue a presionar, en un autopase increíble que generó un bloqueo mental de Aguilar, que la dejó corta y el mediocampista del Lobo definió con categoría para el 1-0.
El lío lo empezó a arreglar Tevez con los cambios. Luna fue mucho más activo que Tolosa, Canelo más picante que Giménez, Neves creció, Saltita siguió siendo el socio de todos, Isla lastimó por la derecha. Así, Independiente lo agarró a Gimnasia de las solapas, y enseguida Insfrán se lució ante un cabezazo de Ávalos y con un manotazo que sacó la bola del ángulo cuando un rebote en Saravia se le metía. El partido era una locura, porque Gimnasia seguía metiendo y generando situaciones desde sus ganas, como el centro de Pintado que casi mete Laso en contra. Pero Carlitos arruinó sus propias correcciones cuando en la segunda oleada de cambios sacó a Saltita y a Neves por un Quiñones intrascendente y un Ruiz que se hizo expulsar por una patada sin sentido que pudo haber quebrado a De Blasis, que salió caminando de casualidad. A Tevez también le faltó serenidad para no arreglar lo que no estaba roto. Un aprendizaje también para un Carlitos entrenador que también se está haciendo al andar.
Ya con 10 y sin los mejores intérpretes, Independiente no fue el mismo. Es más, Gimnasia creció, y en un ida y vuelta frenético estuvo más cerca de definir el partido que de sufrir un empate, aunque el Lobo estuvo cerca de ambas situaciones. En la locura final, Independiente perdió un poco la brújula: Laso casi se hace dos goles en contra, a Benja Domínguez no lo pudieron parar y Mammini erró un gol imposible. Asi´y todo, al Rojo le sobró coraje y pudo igualar en un cabezazo de Ávalos al travesaño.
Independiente cometió los errores mentales que en los dos partidos anteriores no tuvo. Un gol regalado y una expulsión innecesaria son demasiada ventaja en un fútbol tan parejo como el actual. Gimnasia, como en la primera fecha ante Talleres, volvió a sorprender ganando en una cancha difícil. El Lobo, transpira pragmatismo y juega como vive.
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