Hace 24 años, en el año 1999 Guillermo Jaim Etcheverry, quien fuera rector de la Universidad de Buenos Aires, nos alertaba en “La tragedia educativa”, sobre la crisis educativa en la que se encontraba nuestro país. 24 años después concluimos con el autor que “la tragedia continúa”.
Hay dos evaluaciones que miden los resultados educativos del país: el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) de la OCDE y el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) de la UNESCO.
El objetivo de las evaluaciones PISA es medir la capacidad de los alumnos de 15 años para utilizar sus conocimientos y habilidades de lectura, matemáticas y ciencias para afrontar los retos de la vida real.
Las pruebas y cuestionarios del actual estudio ERCE se aplican a estudiantes de tercero y sexto grado. Se trata de la mayor evaluación a gran escala que se implementa con la participación activa de los países miembros del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE).
Los resultados de las pruebas PISA y de las pruebas ERCE ponen de manifiesto el estado de deterioro de nuestro sistema educativo.
De 79 países evaluados en PISA 2018 la Argentina ocupó el puesto 63 en lectura, el 71 en Matemática y el 65 en Ciencias. Más de la mitad de los chicos está en los niveles más bajos en lectura, Matemática y Ciencias y de las 10 naciones latinoamericanas, el país no supera el séptimo puesto en ninguna de las materias.
El ERCE 2019 que midió los logros de aprendizaje de estudiantes de sistemas educativos de América Latina y el Caribe y se aplicó desde mayo de 2019 en 16 países: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay, arrojó para Argentina resultados angustiantes: 6 de cada 10 alumnos pobres no llegan al nivel más básico de lectura. Eso no quiere decir que todos los estudiantes de mayores recursos logren buenos resultados: en Argentina, solo el 26,4% de los alumnos más aventajados alcanzaron el mejor desempeño en lectura.
Estos resultados deben comprenderse en el contexto de un país culturalmente endeble y económicamente inestable, dado que los dos factores que más influyen en los resultados obtenidos son: en primer lugar, el nivel educativo de los padres y, en segundo lugar, el contexto socio-económico de los estudiantes. La conclusión es que hay que educar para crecer y crecer para educar.
Sin embargo, el estado de la educación no es una realidad simple que pueda atribuirse a una causa, por ejemplo, la pobreza. Las causas son múltiples: indiferencia, desidia, ausencia de un plan a largo plazo. Es decir, ausencia de políticas educativas que surjan de un gran consenso, no sujetas a los vaivenes políticos-partidarios.
La educación para una parte de la dirigencia política es parte del relato, no un problema real y urgente que necesita solución inmediata. Sin embargo, la realidad se impone. Tenemos niños que no saben leer, adolescentes que no comprenden lo que leen y jóvenes que carecen de criterio.
Puede servirnos como clave de análisis de nuestra situación la obra de Petit de Murat, “Una sabiduría de los tiempos”. Una parte de la obra se dirige a distinguir barbarie y salvajismo. La barbarie, en este análisis, incluye a las sociedades que no han tenido contacto con la cultura, el salvajismo implica para el autor no el desconocimiento de una cultura sino el rechazo de la misma.
¿No estaremos transformando a la Argentina en una tierra que desprecia la cultura, aquella actividad humana que hace al hombre más noble? ¿No estaremos fracasando en la educación porque los niños y los jóvenes no reciben otra señal que el desprecio por la cultura? ¿No estaremos navegando en las turbias aguas del salvajismo?
Jaime Etcheverry puede ayudarnos a responder estos interrogantes. En la Tragedia educativa afirma: “La educación parecería ser el antídoto ante esta epidemia de estupidez que se extiende. Sostenía H. G. Wells que la historia humana se está convirtiendo, cada día más en una carrera entre la educación y el desastre. Sin educación las personas son más vulnerables porque, como carecen del interior que ella construye, quedan limitadas al espacio enrarecido de su experiencia cotidiana. Como señala Julián Marías, estos primitivos llenos de noticias corporizan el vacío mental”.
¿No será la causa más profunda que nos hayamos convertido en esa masa incoherente que anula el esfuerzo creador, en ese rebaño que aplasta al hombre?, como advertía en Ciudadela Antoine de Saint-Exupéry.
Los fríos números de las pruebas educativas parecerían confirmar la tesis de que nos encaminamos hacia las tierras estériles de lo salvaje.
¿Hay remedio? Sí. Pero, parecería que muchos tienen gusto por el salvajismo. Salvajismo necesario para que el pueblo sea rebaño sumiso.
* El autor es Doctor en Ciencias de la Educación.