El cerebro gramaticalizado

¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando adquirimos una lengua? Le otorga a nuestros pensamientos la estructura necesaria para crear vínculos interpersonales, acceder a conocimientos elaborados por cientos de generaciones y, además, crear nuevos conocimientos, en particular, el de uno mismo.

El cerebro gramaticalizado
La lengua le otorga a nuestros pensamientos la estructura necesaria para crear vínculos interpersonales.

Los humanos, como todos los seres vivos, satisfacemos el mandato de la supervivencia adaptándonos al medio. El cerebro es el órgano que nos permite obtener la información del entorno con la que generamos una respuesta adaptativa eficaz. Este entorno humano es primariamente social y lingüístico más que natural. Nuestra adaptación descansa en ser parte de ese entramado constituido por grupos interpersonales como la familia, grupos que luego se harán más diversos y numerosos. Estos grupos tienen, por así decirlo, requisitos de admisión que demandan cierto nivel de desarrollo individual en los órdenes físico, emocional, cognitivo y lingüístico, ordenes que, si bien tienen distinta índole y cierta autonomía, se encuentran interrelacionados.

El lenguaje tiene un papel particularmente esencial en este entramado de capacidades. Es que nuestra condición inicial es la de la ‘soledad ontológica’: cada humano es un cuerpo y un cerebro separado del resto del universo y, por lo tanto, de los otros cuerpos y cerebros. El lenguaje es la gran vía de conexión que nos acerca a otras personas que, a su vez, pertenecen a los grupos a los que necesitamos pertenecer. Las condiciones de membresía exigen que seamos capaces de verbalizar nuestros deseos y emociones y más aún, que captemos los de nuestros pares, a las que también accedemos esencialmente por el lenguaje. La interacción humana se constituye no solo cuando dejo que un otro acceda a mis contenidos psíquicos y cognitivos, sino también se requiere que yo acceda a los de las otras personas.

Esta ‘accesibilidad empática’ es lo que cotidianamente llamamos “ponerse en el lugar del otro” y es posible gracias a la fisiología cerebral: cada vez que vemos a alguien ejecutar una acción o hablar de ella, se nos activan las mismas regiones del cerebro que cuando la ejecutamos por nuestra cuenta.

A pesar del papel adaptivo crucial del lenguaje, no nacemos dominando una lengua. El cerebro tiene que adquirir una lengua tanto como la estructura que la sostiene, es decir, su gramática. Al hacerlo se convierte en un “cerebro gramaticalizado”.

Este es el centro de preocupaciones del grupo LyNEL (Lingüística y Neurobiología Experimental del Lenguaje), formado mayoritariamente por investigadores y becarias del Conicet, con sede en Mendoza, pero también por investigadores de Buenos Aires, Bahía Blanca y Brasil.

¿Qué gana el cerebro al gramaticalizarse? La diferencia puede rastrearse en el producto estrella del cerebro: el pensamiento. Las representaciones en el pensamiento pre-gramatical se asocian entre ellas sin más razón que la experiencia única y altamente impredecible de cada sujeto. El pensamiento gramaticalizado hace, primero, que esas representaciones tengan necesariamente una base compartida por todos los sujetos de una comunidad y, segundo, que el resultado de asociar esas representaciones tenga lo que denomino “rasgos de un cálculo”, es decir, que sea muy predecible (casi tanto como cuando en las Matemáticas relacionamos dos números mediante una operación: el resultado es enteramente predecible). La predictibilidad de los resultados de relacionar representaciones le da al sujeto cierto grado de control sobre sus pensamientos, definitivamente mucho más que en el pensamiento pre-gramaticalizado. Además, la adquisición de una lengua empodera a cada subjetividad con una estructura cognitiva de conocimientos abstractos. Al absorber el español el sujeto adquiere una red perfectamente organizada de representaciones que se constituye un “mapa semántico” del universo sobre el que, además, se va a montar todo otro tipo de conocimiento que pueda aprender, entre otros, el de la escuela.

Sin embargo, lo más maravilloso del diseño del lenguaje humano es que logra que este infinito bagaje de estructuras e información no ahogue la creatividad, sino muy por el contrario. El diseño de toda gramática es tal que la lengua le permite a cada hablante crear oraciones -pensamientos- que nunca había escuchado y que, además, tienen los parámetros esenciales abiertos para que los defina el hablante: el aquí y el ahora, el oyente y quienes no están presentes son determinados por quien habla mediante un mecanismo denominado “deixis”. El lenguaje es una estructura colectivamente creada sobre bases biológicas no para someter al individuo sino para que se sirva y crezca en ella con la posibilidad de plasmar una experiencia potencialmente única e irrepetible.

Es por este motivo que la adquisición de la lengua es un tema central para LyNEL. Investigamos sus bases neurofisiológicas, las correlaciones entre desarrollo lingüístico y desarrollo cognitivo especialmente en relación a la comprensión de textos, la adquisición de lenguas extranjeras, las diferencias en el desarrollo lingüístico de niños de diferentes contextos socioeducativo y, muy recientemente, la adquisición de sistemas de comunicación alternativa en personas con algún impedimento lingüístico.

Ciertamente, no existe ‘un’ español ni ‘una’ gramática. Cada persona usa un “registro” distinto del español, por ejemplo, uno para hablar con amigos en un asado y otro con un cliente o un juez o un profesor, un registro más similar al que se usa en una escuela. El problema es que muchos de nuestros niños y niñas viven en contextos socioeducativos en los que no están expuestos al español que se usa en la escuela y este factor puede acarrear dificultades de comprensión. En LyNEL intentamos especificar con precisión cuáles son las diferencias entre la gramática de la lengua de niños y niñas mendocinas y aquella que se espera desarrollar en la escuela con la idea de mitigar cualquier déficit y permitir así un acceso igualitario a la educación.

El aprendizaje de una lengua extranjera es otra de nuestras preocupaciones. El cerebro y el pensamiento de un hablante del inglés son distintos al de un hablante del español. Particularmente, en español le prestamos atención al resultado de las acciones mientras que el inglés se focaliza en cómo se realizan, es decir, en la manera de ejecutarlas. Resulta central determinar esas diferencias con el objetivo último de facilitarles la adquisición del inglés a nuestros estudiantes. En todos los casos, se trata de aplicar conocimientos teóricos con la intención de lograr un impacto positivo en dominios relevantes para la sociedad en la que vivimos.

*El autor es Investigador de Conicet; UNCuyo

Edición y producción: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar

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