Desde que Ignacio “Nacho” Romero nació, hace 16 años, con Síndrome de Asperger, su familia recorrió un extenso camino de apoyo y acompañamiento. Sin embargo, jamás imaginaron que a este trastorno del espectro autista del que nunca dejan de aprender, se sumaría una tragedia familiar que marcó a fuego a Nacho provocándole un cierto retraso madurativo: su hermana, Aldana Romero, es una de las víctimas fatales del accidente ocurrido el 24 de junio de 2011 a la altura del barrio Santa Ana, Guaymallén, en el que perdieron la vida otros cuatro jóvenes de entre 19 y 20 años.
Nacho tenía apenas tres años y el episodio fue un antes y un después en su vida. Un “derrumbe” familiar que obligó a sus padres, Miriam y Miguel, a intentar ponerse de pie lo más pronto posible. No solo por Nacho, sino por Gonzalo, su otro hijo.
Apareció, muy pronto, la creatividad como forma de vida. Como desahogo, como modo de descargar sentimientos y también como pasión. Así, Nacho sorprendió a propios y extraños con sus increíbles y minuciosos personajes en plastilina, expresión que lo ocupó durante años.
“Ahora volcó todo su tiempo y destreza a los cómics y sueña con dedicarse a eso en el futuro. Estamos muy orgullosos de su afán por crecer y progresar en esto. Debido a su condición, Ignacio es un chico inocente para su edad, por eso los contenidos son infantiles, pero a la vez perfeccionistas y con muchísimo sentido y coherencia”, relató a Los Andes su papá, quien lo define como un autodidacta cuya imaginación “no tiene tregua”.
“Si bien nunca dejó de crear personajes en plastilina, ahora empezó a dibujar con una pasión que sorprende y se lanzó al mundo de los comics. Está realmente abocado y dedicado a eso y nosotros sentimos una gran tranquilidad al saber que canaliza todo por ese lado, siempre con sus lápices y aprendiendo día a día nuevas aplicaciones que luego exhibe en su página de Youtube, que se la puede hallar con el nombre de Ignacio Thiago Romero.
“Nacho es un chico literal, extremadamente directo y perfeccionista, todas características propias del Asperger. A veces esa forma de actuar choca, por eso creo que es importante visibilizar estas historias, mostrar el amplio espectro de este síndrome y entender que son personas muy inteligentes, dedicadas y que carecen del sentido de maldad y picardía”, relató su papá.
“Por eso –aseveró—creo que Nacho en cierto modo es un estandarte. La sociedad necesita conocer más de lo poco que se sabe del espectro autista. El Asperger es apenas una rama y hay muchísimas más”, agregó.
Con un estricto tratamiento psicológico, psicoterapéutico y fonadiológico, la familia continúa aprendiendo de este trastorno que debe abordarse de manera integral.
“Es tan amplia la gama que seguimos detrás de nuevos descubrimientos. La diversidad es enorme y en ese sentido nos sentimos tranquilos y orgullosos de que nuestro hijo haya encontrado su verdadera pasión. Todo esto facilita su día a día”, añadió, para comentar que Nacho concurre a tercer año de la secundaria en el IPAL, aunque siempre acompañado por sus terapistas.
“Es un colegio espectacular que se ha dedicado a nuestro hijo de manera excepcional. Infinitamente agradecidos”, aclaró.
Algunas conductas del pequeño Ignacio llamaban la atención de sus padres poco después de su nacimiento. Más tarde, con el drama familiar por la trágica muerte de Aldana, el niño hizo un retroceso. Los padres se sintieron culpables. “Pensamos que lo habíamos descuidado”, relató Miguel.
La familia consultó con distintos profesionales y dio con una psicóloga que aún hoy continúa abordando a Ignacio, aunque ya con miras de pasar a una terapia para adolescentes debido a algunas rebeldías propias de la edad. “El tratamiento es integral. También incorporamos un psiquiatra una vez al mes y siempre bajo la supervisión de su médico de siempre”, dijo el papá.
El diagnóstico les permitió a Miriam y Miguel seguir adelante con todas las fuerzas para que Nacho tuviera la mejor calidad de vida posible.
“Lo logramos, más allá de algunos sinsabores, porque la discriminación sigue existiendo en todas partes”, señaló el papá.
La plastilina apareció como una herramienta cuando Nacho era muy pequeño, seis o siete años. Los frutos y las alegrías fueron incontables, sobre todo porque representó una verdadera terapia. Incluso creó su propio Instagram donde exhibe sus creaciones: @ignaciothiagoromero, y ahora suma los cómics que ocupan buena parte de su día.
Nacho y la librería del barrio donde vive, en Villa Nueva, Guaymallén, son “un solo corazón”. A través de los años siempre estuvo firme detrás del mostrador llevando todo lo necesario para llegar a casa y dejar volar la imaginación.
Según su papá, los personajes los graba en su cabeza con gran habilidad y luego los copia en plastilina. Aunque los cómics son creaciones totalmente propias y genuinas a los que suele ponerles nombres de sus primos, primas y allegados.
El papá de Nacho reitera su eterno agradecimiento a una red de apoyo que llevó a su hijo a crecer, desarrollarse y seguir entusiasmado con su pasión y veta artística.
“Una de las características de este síndrome es que son chicos más infantiles, aniñados y se toman todo muy literal, de modo que es algo que debemos cuidar a la hora de relacionarnos con él. No cualquiera lo puede abordar fácilmente. Creo que aún hay un gran desconocimiento”, amplió.
El gran acompañamiento que recibió, tanto familiar como profesional lo llevó a tener hoy una vida normal y un lenguaje fluido. Nacho tiene certificado de discapacidad.
“Está practicando taekwondo y está feliz. Es un chico que lucha día a día por superarse. Sin dudas, la ausencia de su hermana fue un shock para él y para todos, pero Nacho nos enseña día a día y su fortaleza nos empuja a salir adelante todos los días”, concluyó.