En el camino de cada uno como lector resulta tan importante poder encontrar momentos y espacios de lectura personal como también descubrir el valor que tiene el conversar con otros sobre lo que hemos leído.
Al igual que cuando terminamos de ver una película necesitamos hablar y compartir esa escena que nos encantó o, por el contrario, queremos encontrar apoyo para criticar esa parte aburrida que no entendemos para qué la pusieron; de igual modo puede suceder que terminemos de leer un buen libro, una buena historia y queramos y necesitemos compartir ese disfrute o esa duda con otro lector. Es interesante detenerse a pensar qué es lo que pasaría si estos momentos de conversación no se dieran nunca; si no pasáramos de la lectura personal a esa lectura compartida que genera la conversación. Un posible escenario sería el siguiente: un lector en solitario que, en palabras de Aidan Chambers en su obra Dime, “podría no saber nunca que el mundo es redondo, plural, dispar y polifacético”.
El lugar de la conversación en la vida de un lector
Conversar sobre lo que leemos, entre otros beneficios, permite vivenciar dos aspectos muy importantes en el camino de un lector de literatura. Por un lado facilita que éste se apropie de lo que ha leído, es decir, que lo haga suyo. Esa historia, ese poema, deja de ser algo ajeno, externo y fácilmente olvidable y pasa a ser una historia propia en la que ese personaje se transforma en un villano inolvidable con más dobleces de lo que en una primera lectura parecía tener. Y ‘ese’ verso… “Yo dibujo puentes / para que me encuentres” (El libro de los chicos enamorados. Elsa Bornemann), se transforma en ‘mi’ verso, pasa a formar parte del mundo interior del lector.
Por otro lado, charlar con otros sobre lo leído es lo que posibilita tender ese puente entre la lectura en solitario y la lectura en tanto hecho social. Sin olvidar su lectura personal e individual el lector se puede percibir a sí mismo en relación con otros. En palabras de una estudiosa del tema, la conversación “hace experimentar la literatura en su dimensión socializadora, permitiendo que uno se sienta parte de una comunidad de lectores con referentes y complicidades mutuas” (Andar entre libros. La lectura literaria en la escuela. Teresa Colomer. FCE).
¿Es posible hablar sobre libros con los más chicos?
La conversación es un arte que se cultiva y que se aprende a disfrutar. Y así como a andar en bicicleta se aprende andando, a conversar se aprende conversando. Al igual que los jóvenes y adultos, los niños de todas las edades interpretan las historias de diferentes maneras, disfrutan de unas escenas más que de otras y se identifican con unos personajes y no con otros. La práctica de la conversación después de leer irá enriqueciendo y afinando esas interpretaciones y apropiaciones. Todo es cuestión de empezar. Y cuanto antes mejor… igual que con la bicicleta.
El maestro inglés Aidan Chambers sugiere algunas entradas para iniciar una conversación literaria. No sólo aconseja empezar por lo obvio sino que insiste en la importancia de hablar sobre eso que nos parece evidente. Se apoya en un ejemplo contundente como esta afirmación que escuchó de una niña de 8 años durante una conversación: “Nosotros no sabemos lo que pensamos sobre un libro hasta que hemos hablado de él”. Como si el sólo hecho de decir en voz alta algo -aun siendo una obviedad- nos revelara eso que pensamos con una luz diferente. También sugiere compartir el entusiasmo por lo que se ha leído, algo que quizá es lo que suele suceder con más naturalidad. Y a ese entusiasmo habría que sumar conversar sobre los desconciertos y dificultades, aquello que no entendimos. Y decimos “entendimos” porque lo fundamental en toda conversación con niños y, sobre todo en una alrededor de un libro literario, es que el adulto no asuma frente al niño el lugar de la interpretación correcta y se limite sólo a preguntar sino que él mismo comparta sus impresiones y se permita dudar y cambiar de opinión. Toda genuina conversación literaria es una conversación horizontal entre lectores, donde todo es, al decir de Chambers, “honorablemente comunicable”. Sólo planteada de esta manera esa comunidad de lectores –que tanto podrá alojar a esa abuela y nieta como a aquel maestro con todo su grupo de alumnos lectores- vivenciarán la maravilla de descubrir cómo el sentido de lo que hemos leído se va negociando y construyendo en ese intercambio de entusiasmos, desconciertos y conexiones.
Criterios a la hora de elegir qué leer con los más chicos
Frente al exponencial crecimiento, año tras año, de la publicación de libros para la infancia, la pregunta por los criterios a tener en cuenta a la hora de elegir se vuelve cada vez más relevante. Criterios hay muchos. Cada adulto irá armando su propio y personal abanico de criterios de selección e irá priorizando unos sobre otros en cada elección concreta. No todas las historias, novelas, cuentos y poemas tienen la misma capacidad de generar conversaciones e intercambios interesantes. La calidad de un libro también puede evaluarse en ese potencial que se devela en el después de leer, en la amplitud y variedad de lecturas, identificaciones e interpretaciones que produjo en sus lectores. Es que los buenos libros no sólo merecen ser leídos sino que también merecen ser charlados y conversados.