Saborear los ingredientes, sin adornos, ni artificios, este es el mantra de Ovillo. El restaurante del chef Javier Muñoz-Calero fue el protagonista en la última sesión organizada por Roca Madrid Gallery dentro del ciclo FoodDi en el que diseño y gastronomía se funden para ofrecernos una experiencia única.
Se intentó crear un invernadero. Así, con elementos tan básicos como el metal, la vegetación y el terrazo, fueron imaginando este jardín urbano que se culminó con la proyección de una cocina versátil que les permitiera asumir diferentes funciones.
Por ello, eligieron mesas redondas de tamaño reducido que permitieran maximizar espacio y comensales alrededor de estas y aportando una nota de intimidad.
Un proyecto en el que el propio Javier ejerció como jefe de obras entre bocetos y deseos, huyendo de modas. Una atmósfera culminada por la historia que hay detrás de esta nave y que humaniza el idílico paisaje creado, que vio su apertura truncada por la pandemia, pero que hoy acoge a autóctonos y extranjeros para ofrecer los mejores platos tradicionales de este chef, donde priman los productos de proximidad e ingredientes de calidad tratados con la máxima pureza posible.
Estructura metálica original
Se trabajó por mantener y rehabilitar la estructura original potenciando la luz natural que accede a través de la parte superior de esta. Crear un espacio versátil que pueda transformarse según las necesidades de Javier para acoger tanto eventos como cenas más privadas. Un espacio diáfano que pueda albergar diferentes experiencias.
La antesala
Los accesos, que se interponían con la idea original, se convirtieron en una antesala donde ya se puede respirar el espíritu de Ovillo y que prepara al comensal para la experiencia que va a vivir en el interior del restaurante. Un hall que crea ese factor sorpresa donde descubrir un espacio mágico.
Marroquinería como protagonista
Recupera elementos de cuero trabajado con los que pretende dar vida y carácter a espacios más olvidados como el baño, con un carácter autóctono sin caer en reminiscencias árabes. Un material que ofrece multitud de posibilidades y que enriquece la decoración base tan pura.
Falso invernadero
“Los techos altos aportan una sensación de terraza que ayuda a que las personas estén cómodas y, a que hoy en día, llene más el interior que la propia terraza” comenta el chef, que ha contado con esta ventaja a la hora adaptarse a las medidas de la nueva normalidad. Esta no hubiera sido posible sin la ayuda de Jerónimo Ferrer, el paisajista que dio ‘vida’ a este jardín urbano sin el que la experiencia se hubiera quedado a medias.
Perfecta intimidad
La iluminación se proyectó con carriles y focos que puedan regularse y adaptarse a las diferentes necesidades. Esta se complementa con una luz más tenue aportada a través de velas que potencian esta atmósfera de intimidad.
Porque al final es esta sensación de casa la que Javier ha querido transmitir a todo aquel que visite su restaurante.