Sanjuanina de nacimiento, pero mendocina por adopción. María Cristina Hidalgo es una mujer apasionada por el mundo del arte, pero, especialmente, por la danza clásica. De pequeña, llegó a una academia de danza por orden médica, pero con el tiempo esta disciplina artística conquistó su corazón y, sobre todo, su cuerpo. Llegada muy joven a Mendoza, decidió dedicar su vida a lo que mejor supo hacer y, por eso, decidió abrir su propia escuela de ballet y formar a grandes bailarinas.
Durante su carrera ha dirigido y montado grades clásicos tanto locales, como nacionales e internacionales que han podido disfrutarse en diferentes escenarios mendocinos. Hoy, la gran responsabilidad de transmitir esta pasión, la comparte con sus hijas. Una de ellas, la bailarían Paloma Riveros, es quien acompaña sus pasos en la escuela y da fuerza a este mundo rodeado de tutus y zapatillas de punto.
La gran celebración de los 50 años de la Escuela de Ballet María Cristina Hidalgo será en el mes de octubre, cuando la academia de ballet suba al escenario y plasme la belleza y encanto de la danza clásica. Contará con la presencia de referentes de este campo y asegura ser un evento de reencuentro y pasión.
¿Cómo llegaste al mundo de la danza clásica?
Empecé por indicación médica a los 8 años de edad. Asistí a clases hasta los 16 años. Mi maestra fue una persona muy conocida en San Juan: Nebita Alladio. Gracias a ella conocí a muchos referentes de la danza.
¿Qué te trajo a Mendoza?
Me casé muy joven, y me vine a vivir a Mendoza. Desde entonces dediqué mi vida a la danza y a su enseñanza. Para ello asistí a cursos, me perfeccioné y actualicé mis conocimientos, con un solo propósito: entregar lo mejor de mí a quienes quisieran aprender sobre danza clásica.
La escuela de ballet que fundaste, este año cumple 50 años
En 1972, junto a Edda Bustamante (San Juan), fundamos la academia de danza y gimnasia. Empezamos de a poco a crecer. Éramos dos profesoras y una sola alumna y, con el tiempo, la academia creció. Comenzó a tomar fuerza y se transformó en la Escuela de Ballet María Cristina Hidalgo, por donde han pasado muchos bailarines y bailarinas. El perfil de la academia son las obras clásicas de repertorio.
Toda una vida dedicada la danza…
Sí, como siempre digo: a veces hay que empezar por una, y crear la energía para que lo que se desea, prospere.
Qué recuerdos tenes de esta vida dedicada a la danza
La danza me ha traído muchas satisfacciones, y en muchos aspectos. Desde conocer grandes personalidades de la danza, de diferentes partes del mundo, generar lazos de amistad con personas apasionadas por este mundo.
Además, cuando era chica, todo era más difícil. Las grandes figuras estaban lejos; ahora, las posibilidades de contacto son otras y, las ganas de participar y colaborar, también. El invitar a un profesional y que acepte estar en Mendoza y acompañando la formación de las bailarinas, es una gran alegría.
Y las alumnas que participan de la escuela
Ese es el mejor fruto. Las exalumnas de la escuela suelen reunirse para compartir experiencias y la vida misma, y siempre me hacen partícipe de sus encuentros. Eso me llena de satisfacción: verlas crecer, acompañar su formación y que, hayan terminado o no, sigan disfrutando de la danza.
En sus mensajes siempre se transmite el amor a lo que aprendieron. Muchas veces me agradecen el haberlas “formado para la vida”, porque en la escuela no solo se aprende a danzar; se aprende disciplina, orden y la magia de la música en sí.
¿Cómo fue que la pasión por la danza se trasladó al árbol genealógico?
Soy mamá de cinco hijos. Las dos más chicas conectaron con la danza de pequeñas. En realidad, fue una iniciativa familiar, pero que luego cada una tomó como propia. Es muy difícil que no te guste bailar, con más razón si lo hacés bien.
Mi hija más grande, Inés Riveros, realizó una gran carrera; ahora vive en España. Mientras que, Paloma Riveros, también hizo una excelente carrera y es quien, en la actualidad, me acompaña en la escuela y también en las presentaciones.
¿Qué hace al ballet -y a la danza clásica- algo distinguido y especial?
El ballet es una expresión corporal completa, que implica exigencia y mucho trabajo. No es algo de un momento a otro, por eso, es que la enseñanza de la danza clásica tiene una duración de once años.
La danza brinda una preparación humana…
Sí, es así. Simplemente, porque genera una conducta. En la escuela enseñamos el respeto entre sí y la no competencia. Es decir, proponemos el disfrute de la actividad y no la competencia. Todas nos alegramos del triunfo ajeno. Ese es el mayor de los logros.
¿Creés que hoy, las personas más jóvenes, sienten interés por el arte y, especialmente, por la danza?
Los chicos de hoy quieren bailar. Muchas de las chicas que asisten a clases de danza, también bailan otros estilos. Esta mirada de la danza se ha diversificado mucho. Prueban otras cosas. Pero, siempre inculco que la danza clásica es la base de todo. Quien puede bailar clásico, puede bailar lo que se proponga.
Además, este tipo de danza forma el cuerpo, lo embellece y estiliza. Pero, sobre todo, brinda disciplina, orden, prolijidad y carisma.
Si logramos mantener las academias que hay en la actualidad, la danza clásica permanecerá. Sin embargo, siempre hay jóvenes que se inclinan por este arte. Existe una dulzura, una armonía en la danza que ellos lo perciben; no se lo tenés que decir.
Tú obra preferida
El Lago de los Cisnes.
Tu ballet preferido
American Ballet, el Ópera de París… son muchos, no puedo elegir uno solo.
Un bailarín o bailarina
Herman Cornejo, de Villa Mercedes, San Luis. Es un bailarín de ballet de trascendencia internacional y estrella del American Ballet. Marianela Núñez, una bailarina clásica que ocupa uno de los lugares principales en el Royal Ballet de Londres. Hay muchos más; todos reconocidos y excelentes bailarines.
Por Victoria Navicelli. Contactala aquí. / Fotos: Luis Guiñazú Fader.
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