Para el sistema constructivo principal, el equipo de Cherem Arquitectos decidió usar la tierra compactada del sitio con agregados naturales, lo que da un tono negro.
Los muros de 50 centímetros de espesor permiten aislar térmicamente los espacios interiores, brindando frescura o calor dependiendo de las horas del día y de las estaciones.
“Volumétricamente la casa resuelve cada uno de los espacios de manera independiente, generando 12 bloques conectados todo a lo largo por dos losas macizas y abriéndose a la naturaleza que los rodea por medio de vanos que nacen de piso a 2.44 metros de altura en grandes ventanales en cada cuerpo”, describieron los arquitectos.
Cada uno de los bloques fue posicionado con el objetivo de minimizar lo más posible el impacto sobre la vegetación (plantas y árboles) que estaban en el sitio antes de construir la vivienda.
Las persianas giratorias, así como los varios pasillos, patios –inspirados en las haciendas mexicanas que se organizan alrededor de ellos– y terrazas ayudan a proporcionar privacidad cuando se requiere, así como a controlar la entrada de luz natural y a aprovechar de las vistas del valle.
“La casa fue pensada como una sucesión de volúmenes bien proporcionados, si bien en su mayoría sólidos, que no fueran invasivos, y que acompañados de patios y jardines, lograran la fusión entre la arquitectura y el contexto natural circundante”, destacaron los arquitectos.
Las líneas depuradas y la paleta sobria desprende una sensación de armonía y de fluidez espacial. A la vez funcional y hermosa, esta casa refleja el equilibrio a través de espacios que se pueden conectar o separar según los deseos de los habitantes.
Fotos Enrique Macías
El equipo de Cherem Arquitectos diseñó esta casa situada a las afueras de San Miguel de Allende, en México.