Dairo Antonio Úsuga, “Otoniel”, cuya captura fue anunciada el sábado en Colombia, fue un campesino que pasó de guerrillero de izquierda a paramilitar de extrema derecha, antes de consolidarse como el capo del narcotráfico más buscado por ese país y Estados Unidos.
El presidente, Iván Duque, comparó su detención con la caída de Pablo Escobar, el gran líder del narcotráfico que fue abatido por la Policía colombiana en 1993. “Es el golpe mas duro que se la ha propiciado al narcotráfico en este siglo en nuestro país”, sentenció Duque en una declaración pública.
Otoniel lidera el Clan de Golfo, la principal banda criminal de Colombia. No solo era requerido por las autoridades locales: por información que diera con su paradero o permitiera su captura, Estados Unidos ofrecía hasta cinco millones de dólares.
La Justicia estadounidense lo señala como líder de una organización “fuertemente armada, extremadamente violenta”, y que “usa la violencia y la intimidación” para controlar las rutas del tráfico de droga y laboratorios de procesamiento de cocaína.
Para capturarlo, la policía colombiana adelantó “un trabajo satelital importante contra él con agencias de Estados unidos y del Reino Unido”, explicó el director de la institución, general Jorge Vargas. Unos 500 uniformados, respaldados por 22 helicópteros participaron en la operación.
“Tiene un portafolio amplio de actividades criminales, entre las que se incluye la minería ilegal y el paso de inmigrantes a Panamá”, explicó a la agencia AFP el experto en seguridad Ariel Ávila. El jefe criminal viajaba solo a pie o en mula y nunca dormía dos noches seguidas en el mismo lugar, según señalaron las autoridades colombianas.
En lo últimos días de la persecución, se internó en la selva virgen de la región de Urabá, de donde es oriundo, y se deshizo de sus teléfonos para reemplazarlos por correos humanos. ”Se estaba moviendo con ocho anillos de seguridad”, aseguró Vargas.