Ya han pasado más de 35 años desde el accidente nuclear en Chernobyl, Ucrania, que se consideró como la catástrofe más grande de la historia en lo respecta a radioactividad, y desde entonces la zona y los alrededores de la usina clausurada quedaron abandonados. Pero desde hace un tiempo, una importante cantidad de perros vagan por el lugar llamando así la atención de científicos que los analizaron en busca de nuevas respuestas ante semenjante degradación.
Los resultados de los estudios salieron a la luz el viernes pasado y allí los hombres de ciencia realizaron una serie de análisis genéticos a unos 302 perros que deambulan por la llamada “zona de exclusión” en Chernobyl. Los científicos descubrieron que estos animales, que estuvieron sometidos a distintos niveles de exposición a la radiación que reina en el lugar desde la explosión, son genéticamente diferentes al resto de los perros de otras partes del mundo.
Los resultados realizados a los canes fueron publicados por la revista Science Advances. “Hemos tenido esta oportunidad de sentar las bases para responder a una pregunta crucial: ‘¿Qué se hace para sobrevivir en un ambiente hostil como este durante 15 generaciones?´”, afirmó, a la agencia AP, la genetista Elaine Ostrander, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, una de las autoras del estudio.
Por su parte, Tim Mousseau, otro artífice del estudio y profesor de Ciencias Biológicas en la Universidad de Carolina del Sur, expresó que los perros “brindan una herramienta increíble para observar los impactos de esta clase de ambiente” en los mamíferos en general.
Cómo llegaron los perros
Los investigadores creen que los perros que rondean las calles y edificios abandonados de Chernobyl son descendientes de aquellos que fueron abandonados por sus dueños al momento de evacuar la zona tras la catástrofe. El Ministerio del Interior Ucraniano, bajo el mando del Kremlin, había ordenado que todas las mascotas sean asesinadas, pero varios animales lograron salvarse.
Según un censo de la iniciativa Investigación de Perros de Chernobyl que reproduce el diario español El País, hay más de 800 perros salvajes en el área. “Cualquier cosa que podamos aprender sobre cómo sobreviven los perros en ese entorno será de relevancia directa para los humanos en Chernobyl y otros entornos radiactivos”, aseguró Mousseau al citado medio.
Este científico trabaja en el área del desastre desde fines de la década del ‘90 y en 2017 comenzó a tomar muestras de sangre a estos perros. Algunos de ellos viven dentro de la usina, rodeados de un ambiente industrial apocalíptico, mientras que otros están a una distancia de entre 15 y 45 kilómetros del epicentro de la catástrofe.
Para los científicos, lo asombroso fue que el ADN de estos animales permite diferenciar fácilmente a los perros que se encuentran en las zonas de alta, baja y mediana radiación. “Fue un gran hito para nosotros”, señaló Ostrender, que agregó otro dato llamativo: “Lo sorprendente es que podemos identificar alrededor de 15 familias distintas de estos animales”.
A partir de este primer análisis, los investigadores pueden dedicarse a buscar el tipo de alteraciones que presenta el ADN de los perros. “Podemos compararlos y decir: veamos las diferencias, qué cambió, qué mutó, qué evolucionó, qué te ayuda, qué te perjudica a nivel del ADN”, dijo Ostrander a AP. Para ello, los científicos deberán diferenciar los cambios inconsecuentes en el genoma de los cambios útiles.
Para que los estudian
Según los investigadores, las conclusiones de estos estudios podrían brindar pistas que ayuden a develar cómo los humanos y otros mamíferos pueden vivir actualmente y cómo podrán hacerlo en el futuro en regiones bajo “ataque ambiental continuo”, como en el ambiente de alta radiación del espacio.
El científico se aventuró también a hablar de la parte tierna de la investigación, al señalar que muchos miembros de su equipo hicieron amistad con los perros. Incluso a una de las perras analizadas la bautizaron Prancer, que en español significa ‘Saltarina’, por la manera en que festejaba alrededor de los investigadores cada vez que se acercaban a ella.
“Aunque están libres, siguen disfrutando la interacción con los seres humanos. Sobre todo cuando aparece la comida”, cerró el científico estadounidense.