“El fin de una era”. Miles de escoceses rindieron este domingo un último homenaje a la reina Isabel II al paso del féretro que transporta a la difunta por la campiña escocesa que tanto amaba, en un viaje de seis horas.
El ataúd de la monarca más longeva del Reino Unido abandonó primero la sala de baile de su querido Castillo de Balmoral, donde falleció el jueves a los 96 años, portado por seis guardas hasta el coche fúnebre.
El cortejo de siete coches salió de las puertas de su residencia de verano poco después de las 10 (9 GMT), pasando junto a la masa de flores depositadas allí desde que se anunciara la muerte de la reina, tras 70 años y siete meses en el trono.
Lo que comenzó con unos pocos apesadumbrados vecinos que acudieron a presentar sus respectos a Balmoral en las primeras horas tras su fallecimiento, se convirtió en una multitud durante el fin de semana.
”Es la única reina que conoceré toda mi vida”, explicó Nia-Gray-Wannel, una científica residente en la vecina localidad de Ballater. “No es necesariamente nuestra reina, pero es como la reina de todos, en todo el mundo”, abunda Marina Hermant, una turista francesa.
A las puertas de Balmoral, cientos de ramos con rosas, lirios, cardos escoceses y girasoles, entre otras variedades, se intercalan con tarjetas y regalos. “Gracias por ser tú”, reza un mensaje depositado en el oloroso y colorido mar de flores.
En otra tarjeta, con un poema del poeta nacional de Escocia, Robert Burns, se puede leer: “Mi corazón está en las tierras altas”.
Cerca de la valla de hierro, está sentado un oso Paddington de peluche. Este personaje muy querido de los libros infantiles británicos compartió una taza de té con la reina como parte de las celebraciones televisadas por su Jubileo de Platino en junio.
Con un silencio sepulcral, los habitantes de Ballater, algunos con trajes tradicionales escoceses, son los primeros en contemplar el cortejo fúnebre, haciendo realidad la noticia que muchos británicos esperaban no ver nunca.
Algunos arrojaron flores ante el coche fúnebre negro que transportaba el féretro, cubierto con el estandarte real de Escocia y una corona de brezo blanco, dalias y arvejillas, mientras recorría un soleado y verde campo escocés.
Las ciudades y pueblos se sucedieron en su viaje de unos 300 kilómetros hasta la capital escocesa. En Banchory, los habitantes rompieron el silencio con unos aplausos. En otros puntos, filas de tractores o de jinetes a caballo le rindieron homenaje.
Tras pasar por Aberdeen y Dundee, el coche fúnebre puso rumbo a Edimburgo, donde miles de personas aplaudían su paso antes de que penetrara en el Palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de los reyes en Escocia, poco antes de las 16.30.
”Es una verdadera sensación de conexión con la historia. Somos uno de los pocos países que quedan con esta sensación de pompa y conexión con el pasado”, aseguró Rob Parsons, un joven de 28 años, que viajó desde York con su novia Lucy Hampshire.
Para él, verla “es una forma de aceptar el hecho de que es el fin de una era”. “Ha estado constantemente en nuestras vidas, en el dinero, en los sellos, en todas partes (...) En Navidad siempre te aseguras de estar allí para ver el discurso de la reina”, agregó su pareja.
Amber Couse, una estadounidense de vacaciones junto a su marido William y su bebé Olivier, expresó su felicidad por haber podido vivir este momento. Su esposo celebró que “no haya habido abucheos”: “La seriedad con la que esta nación se toma a su familia real es encantadora”.
Entre las pocas notas discordantes en esta región dirigida por un gobierno independentista, una mujer fue detenida porque portaba una pancarta con el lema: “Abolan la monarquía”.
Horas antes, un grupo de ucranianos que huyó de la guerra también desciende la calle para depositar flores y “agradecer profundamente al Reino Unido, a la reina y a toda su familia” su “apoyo” a Ucrania, explicó Viktoriia Sayenko, de 29 años y oriunda de Jarkiv.
Ocho porteadores militares, seguidos por la hija de la reina, la princesa Ana, transportaron el féretro a la sala del trono del palacio, donde será velado por la Compañía Real de Arqueros, los guardaespaldas de los monarcas en Escocia.
Allí permanecerá hasta su traslado el lunes en procesión a la cercana catedral de Saint Giles. El martes, partirá en avión a Londres, donde el funeral de Estado tendrá lugar el 19 de septiembre.