Enviado especial a Ucrania - Dos hermanitos durmiendo, mientras sus padres los cobijan, intentando descansar de alguna forma. Una mujer y su niño. Ancianos, mascotas. Mucha gente. Mucho frío. Así lucía la estación central de trenes de Lviv, en la madrugada del 9 de marzo, a la espera de que la estación diera luz verde para que cientos de miles de personas pudieran huir de la guerra, de la invasión ordenada por Vladimir Putin.
Lviv es una de las “puertas de salida” de Ucrania y está a 97,3 kilómetros de Przemyśl (Polonia). Situada al oeste de Ucrania esta ciudad de poco más de 700.000 habitantes es sin dudas la capital cultural de este país bajo fuego. En español se la denomina Leópolis (la ciudad del león). Y así resiste los embates rusos. Por sus calles hay carteles contra la invasión.
Mujeres, niños, ancianos y hasta mascotas son los principales protagonistas de este éxodo interminable.
La guerra continúa y el drama de los refugiados se acrecienta, día tras día, hora tras hora.
Ya son más de dos millones las personas que han abandonado el país en busca de un nuevo destino dentro de Europa, sobre todo hacia Polonia.
Mujeres, niños, ancianos, hasta mascotas, son los principales protagonistas de este éxodo interminable. Y eso se palpa en Lviv. Una ciudad que después de las 20 cierra todo. Nadie trabaja. En algunas plazas, como la del frente de la estación, se ven personas en busca de un plato de comida caliente o una taza de café que logre aplacar el frío bajo cero.
No hay toque de queda que valga; son miles que huyen con lo puesto o que con pequeñas valijas o mochilas tratan de salir como sea.
Como cronista, ingresé a Ucrania a la 1.09 del miércoles 9 de marzo, en plena madrugada y con un frío que calaba los huesos: 3 grados bajo cero.
Algo de nieve me recibió, en medio de una marea humana interminable.
LVIV, LA SALIDA HACIA EUROPA
Acá la gente se organiza, para ayudar. Entregan alimentos, té y café de forma gratuita. También hay guardias, policías y militares tratando de proteger a la población.
Los pasillos de la estación central de Lviv están abarrotados, por donde uno camine están colmados, llenos de historias de vida de personas que hasta que no termine la invasión rusa decidieron salir del país o alejarse temporalmente.
En las últimas semanas hubo un éxodo, ya sea caminando, en trenes o autos, tratando de pasar la frontera.
Cientos de miles de civiles ucranianos que intentaban huir a lugares seguros se vieron obligados a buscar cobijo de proyectiles rusos que golpearon ciudades en el centro, norte y sur de Ucrania, y dejaron incluso cadáveres en las calles. Desde el oeste llegaban noticias de Mariúpol que paralizaban a los ucranianos.
QUÉ PASÓ EN LAS ÚLTIMAS HORAS
En las últimas horas, por los mensajes en medios locales, había en marcha nuevos esfuerzos para evacuar a civiles de ciudades ucranianas asediadas y bombardeadas, mientras las autoridades intentaban rescatar a la gente de circunstancias cada vez más duras y crudas.
La ciudad de Mariúpol, donde casi la mitad de sus 430 mil habitantes quiere marcharse, lleva días rodeada por soldados rusos.
Acá en Lviv la vida continúa, entre la incertidumbre de no saber si Rusia en algún momento llegará por estos lugares y el éxodo de miles de ucranianos que eligen a “Leópolis” para escapar.
Desde aquí el tren llega –de forma gratuita humanitariamente- a Przemyśl, la primera ciudad de Polonia que está situada tan solo a 14 kilómetros de la frontera.
En ese lugar hay un centro de inmigración que recepta a los refugiados.
Familias enteras huyen de la guerra.
En las calles de Lviv hay carteles contra la invasión que rezan: “Soldados rusos, váyanse a la m...”
Explícitos, esos afiches, marcan las diferencias con la autocracia rusa, a la espera de posibles ataques.
UCRANIA: MILES DE REFUGIADOS
Para la ONG Save the children un millón de niños son los que ya han abandonado Ucrania, muchos solos “sin protección de sus padres”.
Por lo que se ve, los niños juegan y muchos no se dan cuenta de la gravedad del problema. En Polonia, a muchos los esperaron con juguetes u osos de peluche de regalo para tratar de aplacar el drama del desarraigo.
Allí los proveen de ropa, comida y un destino (posiblemente otra ciudad polaca o de Europa del este). La logística se escapa al ver la marea humana que ingresa, pero la solidaridad se palpa a flor de piel.
El frío golpea físicamente, pero la cruda realidad de la guerra choca psicológicamente. Nadie está preparado.
*Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.