Atravesar los 178 kilómetros que separan la ciudad portuaria de Odesa, en Ucrania, hacia la capital de Moldavia, Chisináu, significa salir de un mundo y sumergirse en otro completamente diferente.
La última ruta de Ucrania antes de la frontera muestra un panorama similar al del resto del país: hay tanques, barricadas, controles, milicias, algunos refugiados y decenas de soldados armados, alertas ante cualquier movimiento.
Atrás queda un paisaje gélido, triste y melancólico. Al cruzar la frontera hacia Moldavia, la ruta parece desplegar otro panorama. Pese a la cercanía entre ambas naciones, los campos se ven más verdes y la temperatura parece ubicarse unos grados por encima de lo registrado en Ucrania.
La salida de Odesa
Eran las 8.30 de la mañana en Odesa y en la Terminal de colectivos no había frecuencias hacia la ciudad de Tiráspol, por lo que este corresponsal decidió salir de Ucrania hacia otro destino: Chisináu, la capital de Moldavia, un pequeño país con fuerte influencia rumana.
Según Google Maps, el trayecto duraría unas tres horas. Pero bajo la “realidad ucraniana” -que incluye trámites, controles y largas esperas- fueron casi 8 horas en total.
Se nota que cada vez menos familias deciden salir del pais. El vehículo, que partió de la plataforma 3, viajó con algunos asientos vacíos. El chofer exigió que los pasajeros guardaran las mochilas y bolsos en el depósito del equipaje. El pasaje sólo podía abonarse con euros o dólares, allí ya no aceptaban grivnas. El ticket costó 20 dólares estadounidenses.
Antes de llegar a la frontera, hubo cuatro controles: militares se subieron al ómnibus y exigieron ver el pasaporte. En una de las calles que atravesó el bus, un tanque de guerra bloqueaba la mitad de la calzada. El resto, las escenas “normales” que ofrece Ucrania: barricadas de hormigón, bolsas de arena, puestos de control y militares armados. Aunque lenta, la salida no es caótica: ya no se ven tantos refugiados tratando de huir de las tierras invadidas por el ejército ruso.
En esa zona del país, se respira una tensa calma. Algunos afirman que ya son muchos los que planean volver. La guerra parece haber entrado en una meseta y los bombardeos en algunas zonas ya no son tan intensos como al principio de la invasión.
La llegada a Moldavia
El colectivo va zigzagueando por la línea fronteriza: a veces cruza suelo moldavo; otras regresa sobre territorio ucraniano. Finalmente, en el último control, los pasajeros entregan su pasaporte. Una hora después, vuelven con el sello correspondiente. Antes, los oficiales pasaron algunas valijas por escáner: nadie quiere sorpresas.
Moldavia es una república sin litoral, pese a estar a 40 kilómetros del Mar Negro. Una franja del territorio reconocido internacionalmente como moldavo, situado en la orilla oriental del río Dniéster, está bajo el control del gobierno separatista de Transnistria desde 1992. El enviado especial intentará llegar este martes hasta Transnistria desde Chisináu.
Al cruzar la frontera moldava, todo cambia. Otra vez, se respira libertad: los comercios están abastecidos, la gente vuelve a sonreír y se ve más movimiento. En el puesto de control, ya hay carteles escritos con alfabeto latino, lo que resulta un alivio para este cronista, agobiado por los caracteres cirílicos. Moldavia tiene el idioma rumano como lengua oficial.
El colectivo no estuvo lleno en ningún momento, pero sí se vieron algunas familias con valijas a cuestas, escapando de la triste Ucrania.
Si bien el número de refugiados que salieron del país ronda los cuatro millones, en días recientes se registró una importante disminución en la cantidad de personas que cruzan la frontera.
Refugiados
La impredecibilidad de esta guerra y su duración no permite saber aún si se trata sólo de una pausa o un alto al fuego permanente. Algunos ucranianos decidieron quedarse para luchar y otros regresaron a sus hogares, o a lo que queda de ellos. Está claro que en ciudades devastadas, como Mariúpol, el éxodo ha sido casi total, pero en la capital Kyiv o ciudades como Lviv, casi intactas, muchos han retornado.
El éxodo total ahora es de 3,87 millones de personas, según anunció el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que incluye cifras de hasta el domingo. Pero en las últimas 24 horas, solamente 45.000 personas cruzaron las fronteras ucranianas, la cantidad más baja para el periodo de un día hasta la fecha.
Los refugiados salieron principalmente hacia Polonia, Rumania, Moldavia, Hungría y Eslovaquia. Tan solo Polonia ha recibido a 2,3 millones de refugiados y Rumania a cerca de 600.000.
Cómo sigue la guerra
Con la expectativa centrada en las negociaciones y gran parte del ejército ucraniano desplegado en el este, arranca una semana que puede ser clave, a la espera de una nueva ronda en Estambul, Turquía, y un día después de que Kiev se manifestara dispuesta a aceptar algunos reclamos de Moscú.
El ejército ruso declaró el pasado viernes que la “primera etapa de la operación” se había completado en gran medida, lo que permitió a las tropas rusas concentrarse en su “objetivo principal: la liberación de Donbass”.
Algunos analistas interpretan, no obstante, que en realidad se trata de un cambio de estrategia, que bien podría reflejar el reconocimiento de Putin de que su plan para atacar Ucrania se encontró con una resistencia inesperada.
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, afirmó estar dispuesto a aceptar al menos dos de las condiciones impuestas por Rusia en las negociaciones pero, simultáneamente, para debatir otros temas, exigió que las tropas rusas se retiren de su país. ¿Ocurrirá? ¿Se llegará a buen puerto? Todo se sabrá en los próximos días.
*Este texto fue publicado originalmente por La Voz. Se reproduce aquí con la autorización correspondiente.