Carolina Bustos, una joven de 25 años y oriunda de Mendoza, lleva viviendo dos años en la ciudad de Provo, en Utah, a principios de este año lanzó Milanga, un delivery que, como su nombre lo dice, se encarga de recibir pedidos del popular plato argentino.
La mendocina es exestudiante de Turismo y contó a TN que mientras vivía en la Argentina, jamás cocinaba. Sin embargo, esto se acabó cuando se mudó a Estados Unidos, en donde, según cuenta, le surgieron las ganas de “comer la comida que hacía su mamá”, por lo cual tuvo que poner manos a la obra, lo que la llevó a experimentar con milanesas caseras y empanadas.
“Mi familia se mata de risa que tuve que ir hasta EEUU para cocinar una milanesa. Es lo que pasa cuando te vas a otro país, te defendés de una manera diferente. Si no lo hacía yo, no me lo hacía nadie”, zanjó la joven oriunda de Guaymallén.
Más temprano que tarde se dio cuenta de que ahí había un nicho que explorar y un modo de sustentar su vida. “Acá en Utah hay muchos latinos y argentinos. De hecho, hay restaurantes argentinos, pero no tanto comida rápida argentina”, agregó.
“La comida argentina es bien vista, pero lo principal es el fastfood y por eso pensé que había que amoldarse”, explicó sobre la idea detrás e Milanga.
Desde la cocina de la casa que alquila con una compañera de Honduras, prepara sandwiches de milanesa que salen desde 11 dólares por el Milanga, una milanesa de pollo a la napolitana con cebolla, lechuga y tomate. La versión con milanesa de ternera se llama “Che” y sale 13 dólares, mientras que uno de los que más sale es el “Americano”, una milanesa de pollo con salsa barbacoa, queso cheddar y aros de cebolla.
“A los estadounidenses les encantan la salsa barbacoa y los aros de cebolla, acá todo lo comen así, la BBQ no puede faltar”, explicó. Mientras que muchos de sus clientes mexicanos le piden que le agregue salsa picante o “chimichurri para comer con las empanadas”.
“Es un lugar con pocos edificios porque acá hay mucha sustentabilidad y preservan la vista de las montañas que se tiene”, contó la joven sobre Provo, el lugar donde vive.
Gracias a la importante comunidad latinoamericana, se consigue con facilidad yerba y hasta alfajores, por lo que más le hace falta son los afectos. “Se extraña un montón a la familia y a los amigos, y por las visas y la situación económica del país cuesta que vengan de visita”, dijo.
De todos modos, la joven cree que su vida en Provo es solo una etapa. “Empezó como una experiencia de tres meses y se extendió, pero no creo que me voy a quedar para siempre”, afirmó. Aunque, claro está, todo puede depender de lo que pase con Milanga.