En 2015, específicamente en el mes de noviembre, a Bahar Elias y a sus tres hijos pequeños los vendieron por quinta vez. La madre fue una de las muchas mujeres yazidíes que fueron tomadas prisioneras por el grupo EI cuando este ingresó 18 meses antes en su pueblo en el distrito de Sinjar, en el norte de Irak.
Cabe mencionar que los yazidíes son una minoría religiosa y étnica que ha vivido en Irak por más de 6.000 años, pero que el autodenominado Estado Islámico catalogaba de “infieles”. Sobre la historia de Bahar, el grupo ya se había llevado a su esposo y a su hijo mayor.
Sin esperanzas de volverlos a ver, ella cree que les dispararon y que los enterraron en una fosa común. Ahora, Bahar recuerda cómo ella y otros niños estaban todos alineados en una habitación, llorando porque creían que los iban a decapitar. La realidad es que estaban siendo vendidos.
A pesar de esquivar la muerte, luego la anhelaría ante los actos que sufrió, viviendo un verdadero horror.
ESCLAVITUD
Según consignó la BBC News, Bahar manifestó que tuvo que servir a los combatientes de EI, convirtiéndose en su propiedad: “Tenía que actuar como si fuera su esposa, cuando ellos quisieran. Podían golpearme si querían”. Sus hijos eran todos menores de 10 años y a todos los golpearon también, es más, a una de sus hijas le golpearon la cara con la culata de un rifle.
La mujer se animó a contar su experiencia con su cuarto “dueño”, un tunecino que se llamaba Abu Khattab. “Nos quedamos en su casa, pero me prestaba a otros para que trabajara como limpiadora en otras dos de las bases de EI. En todos esos lugares, iba a trabajar, iba a limpiar y me violaban”.
Y continuó: “Y había ataques aéreos todo el tiempo. Los combatientes de EI corrían por todos lados, consiguiendo armas o escondiéndose del bombardeo. Era caos, era peor que una pesadilla”.
Un día, todo cambió cuando Bahar y sus niños estaban en la casa de Abu Khattab. Al sitio llegó un auto con ventanas polarizadas. El conductor estaba vestido de negro y tenía una barba larga, no se veía diferente de ninguno de los otros combatientes de EI.
Acto seguido, Bahar creyó que la estaban vendiendo otra vez, junto con sus hijos. Sobrepasada por la situación, Bahar le gritó al hombre que la matara, simplemente ya no podía aguantar más, pero el visitante tenía otros planes.
UN RESCATE DE PELÍCULA
La familia tuvo que subir al rodado y mientras se alejaban en el automóvil, el conductor les aclaró: “Los estoy llevando a otro lado”. Bahar no sabía lo que estaba pasando, por lo que empezó a desconfiar y a ponerse ansiosa.
Luego, el hombre le dio el teléfono a Bahar: era la voz de Abu Shuja, un hombre reconocido por coordinar el rescate de muchas mujeres y niños. Se dio cuenta de que el conductor compró a la familia, a ella y a sus hijos, para que pudieran ser rescatados.
Tras el rescate, a Bahar la llevaron a un sitio de construcción, cercano a Raqqa, en Siria. La dejaron y le dijeron que vendría un hombre, que la palabra clave sería “Sayeed”, y que debería ir con él.
Así fue, alguien llegó en una moto y pronunció la palabra. Le dijo a Bahar que se montara con su hijos en la moto y dijo: “Escucha, estamos en territorio de EI, hay retenes. Si te preguntan algo, no digas palabra para que no reconozcan tu acento yazidi”.
“Fueron tan amables con nosotros allá, nos pudimos bañar, nos dieron comida y analgésicos y nos dijeron: ‘están a salvo ahora’”, relató Bahar. Otro hombre tomó fotos de Bahar y de sus hijos y se las envió a Abu Shuja para asegurarse de que eran las personas indicadas.
Después de las 3 de la madrugada, los rescatistas despertaron a la familia, diciéndoles que era hora de moverse otra vez. El hombre dueño de la casa donde se estaban quedando le dio a Bahar la tarjeta de identidad de su madre y le dijo que, si alguien le preguntaba algo, ella debía decir que estaba llevando a su hijo al doctor.
Al respecto, la mujer contó: “Pasamos por varios retenes de EI, pero en ninguno nos pararon”. Finalmente, llegaron a una población en la frontera entre Siria e Irak y a Bahar la recibieron Abu Shuja y su hermano. “Estaba al borde del colapso”, dijo, “no me acuerdo de mucho más allá de eso”.
Cabe destacar que más de 6.400 mujeres y niños yazidíes fueron vendidos como esclavos después de que EI hubiera capturado Sinjar. Otros 5.000 yazidíes fueron asesinados en lo que Naciones Unidas llamó un genocidio.
NIÑAS EN VENTA POR TELEGRAM
Abu Shuja, quien coordinó el rescate de Bahar, no fue el único en preocuparse por mujeres y niños secuestrados por EI. Además, el empresario Bahzad Fahran, que vivía fuera de las áreas controladas por EI, montó un grupo llamado Kinyat para rescatar a mujeres y niños yazidíes y reportar los crímenes de combatientes.
De esta manera, Kinyat se enteró de que los combatientes de EI estaban comprando y vendiendo online mujeres yazidíes secuestradas, particularmente a través de Telegram: “Nos infiltrábamos en estos grupos con nombres prestados o usando los nombres de miembros de EI”.
Mientras dio su testimonio, el empresario también señaló las impresiones de fotogramas de las conversaciones de Télegram que tiene colgadas en sus paredes. Una de ellas está en inglés, y promociona una niña a la venta: “12 años, no es virgen, muy hermosa”.
Costaba US$13.000 y estaba en Raqqa, Siria, detalló el hombre junto a la foto de la niña posando de manera sugerente en un sofá de cuero, según reportó la BBC News.
EL FUTURO DE SINJAR Y SU POBLACIÓN
De los 300.000 yazidíes que escaparon de EI dejando sus hogares en Sinjar, casi la mitad -incluída Bahar- siguen viviendo en campamentos con carpas en la región kurda de Irak. Esto se debe a que no pueden volver a sus casas en el distrito de Sinjar porque ha sido destruido casi completamente.
Dicho lugar es una posición estratégica en la frontera entre Irak y Siria, por lo que ahora se ha convertido en un territorio peligroso. Además, milicias que llegaron para combatir a EI están luchando entre ellas para alcanzar la supremacía.
Bahar ahora tiene 40 años, pero se ve mayor, la mayor parte de su pelo, que permanece bajo un velo, está cubierto por canas. La mujer lleva viviendo en el campamento ocho años desde su rescate.
Sentada en un delgado colchón en el piso de su carpa, Bahar saca una carpeta plástica con fotos de sus familiares desaparecidos. Ella ha estado muy enferma -tanto física como mentalmente- sin saber qué le pasó a su marido o a su hijo mayor, y lidiando con el trauma de haber sido violada en distintas ocasiones.
Sus hijos permanecen con ella, pero ella dice que todavía están en shock y con ansiedad todo el tiempo: “Mi hija tiene heridas de las golpizas que tuvo que aguantar”. Y concluyó: “Tengo que seguir luchando y seguir adelante. Pero en este momento, y como están las cosas ahora, somos como los muertos vivientes”.