Las imágenes de jóvenes durmiendo sobre los bancos de parques en Esmirna, frente a la universidad de Sakarya, en los asientos de los transbordadores que comunican las orillas europea y asiática de Estambul y otros rincones de Turquía han recorrido las redes sociales en los últimos días. Son parte de una protesta iniciada a mediados del pasado mes contra las dificultades de acceder a una vivienda o a una plaza en residencias universitarias en un momento en que los alquileres se han disparado entre un 50% y un 300% respecto a los precios de hace un año. Cerca de un centenar de estudiantes han sido detenidos aunque posteriormente fueron puestos en libertad.
Septiembre y octubre son meses de gran actividad en el mercado inmobiliario turco. Con la apertura del curso escolar, estudiantes universitarios y profesores buscan alojamiento y los propietarios tienden a aprovechar la mayor demanda para subir los precios.
Este año, una conjunción de factores ha hecho que esas subidas se conviertan en astronómicas: la educación ha vuelto a ser presencial por primera vez desde el inicio de la pandemia con lo que millones de estudiantes que habían retornado a sus lugares de origen han regresado a las grandes ciudades del país como Estambul, Ankara y Esmirna, donde están casi la mitad de las 200 universidades del país, además de las más grandes y más solicitadas. En Estambul, por ejemplo, se concentra un millón de los ocho millones que cursan estudios universitarios en Turquía.