La operación comenzó el 11 de enero de 2013, primero bajo la denominación ‘Serval’, a petición de las autoridades malienses que veían cómo los grupos yihadistas avanzaban inexorablemente hacia Bamako tras haber ‘secuestrado’ la rebelión tuareg que había comenzado unos meses antes en el norte de Malí. El 2 de febrero de 2013, el entonces presidente francés, François Hollande, proclamaba triunfal desde Bamako: “Hemos ganado esta guerra”. “El terrorismo ha sido repelido, ha sido perseguido pero no ha sido vencido aún”, subrayó el mandatario en unas palabras premonitorias a la luz de lo ocurrido después, asegurando que Francia estaba al lado de los malienses no por interés sino para que vivieran “en paz y democracia”.
En 2014, ‘Serval’ pasó a convertirse en ‘Barkhane’, abarcando no solo Malí, donde ha seguido estando el grueso del contingente galo --unos 2.400 en la actualidad--, sino el conjunto de los países del G5 Sahel (Mauritania, Malí, Nigeria, Chad y Burkina Faso).
Sin embargo, la operación antiterrorista francesa no ha obtenido en estos años el resultado anhelado ya que los yihadistas, en particular la actual rama de Al Qaeda en el Sahel, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM), han seguido avanzando desde el norte de Malí hacia otras regiones y han extendido sus tentáculos también a la vecina Burkina Faso, ahora el país más castigado, y al oeste de Nigeria. En esta ecuación también está presente Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), la filial para el Sahel, activa sobre todo en la zona de la triple frontera entre estos países, principalmente en Burkina Faso y Níger.
Además, en el último año la amenaza se ha extendido a las zonas fronterizas de los países del golfo de Guinea, en particular Costa de Marfil y Benín, y en menor medida Togo. Consciente de esta nueva realidad, en enero de 2020, en la cumbre de Pau junto a los líderes del G5 Sahel, Macron anunció un refuerzo de ‘Barkhane’, aumentando el contingente hasta más de 5.000 efectivos y señalando como enemigo ‘número 1′ a ISGS y a su líder, Adnan Abú Walid al Saharaui, muerto en un bombardeo el pasado verano.
También han corrido la misma suerte el líder de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Abdelmalek Drukdel, muerto también en un bombardeo francés en junio de 2020, y otros líderes tanto de Al Qaeda como de Estado Islámico, así como cientos de sus combatientes.