Sobre los escombros de edificios derrumbados por los terremotos en Turquía y Siria se pueden visualizar cientos de globos de distintos colores. Estos fueron colocados por los sobrevivientes a modo de homenaje para los niños que perdieron la vida en la catástrofe.
Según Unicef, más de siete millones de niños y niñas fueron afectados por el sismo del 6 de febrero. El organismo dependiente de la ONU expresó su temor de que hayan muerto “muchos miles” más, según reportó la agencia de noticias AFP.
El homenaje se realizó casi en coincidencia con la decisión de las autoridades turcas de poner fin a los esfuerzos de rescate en todas las provincias, excepto en Kahramanmaras y Hatay, las dos más afectadas.
En paralelo, otro sismo sacudió el lunes la región fronteriza entre Turquía y Siria, apenas dos semanas después de que la zona fuera devastada por uno de mayor magnitud que causó la muerte de más de 47.000 personas y dañó o destruyó cientos de miles de viviendas.
El sismo del lunes, esta vez de magnitud 6,3, tuvo su epicentro cerca de la ciudad de Antioquía, en el sur de Turquía, y se sintió en Siria, Egipto y Líbano.
Según el Centro Sismológico Europeo del Mediterráneo (EMSC), el temblor tuvo una profundidad de 2 kilómetros, lo que probablemente magnificó sus efectos en la superficie.
El alcalde de Hatay, Lutfu Savas, dijo a la emisora HaberTurk que había recibido informes sobre algunas personas atrapadas bajo los escombros tras el último sismo. El vicepresidente Fuat Oktay declaró que al menos ocho personas habían resultado heridas.
Muna Al Omar, una residente, dijo que estaba en una tienda de campaña en un parque del centro de Antioquía cuando se produjo el terremoto. “Pensé que la tierra se iba a abrir bajo mis pies”, dijo llorando mientras abrazaba a su hijo de siete años. “¿Habrá otra réplica?”, preguntó.
Los fuertes terremotos de febrero, que también sacudieron la vecina Siria, dejaron a más de un millón de personas sin hogar y se reportaron más de 46.000 fallecidos en ambos países.