Las imágenes hablan por sí solas y la explicación resulta tan irracional y despiadada como la práctica en sí misma. Con el argumento de tratarse de una “tradición milenaria”, durante las últimas horas 1.428 delfines de flancos blancos fueron masacrados en las Islas Feroe, un archipiélago nórdico autóctono y perteneciente al reino de Dinamarca. Al igual que cada año, fueron los propios pobladores -o, mejor dicho, un nutrido grupo de ellos, aunque no todos- quienes se encargaron de acorralar a los cetáceos en aguas de poca profundidad (con sus barcos) para luego acuchillarlos. Y disfrutar de la matanza, que ya se ha convertido en una tradición en este país.
Siempre de acuerdo al origen de esta cuestionable tradición -que se practica todos los años desde 1584-, la finalidad de esta matanza indiscriminada es abastecer a la población de carne y víveres que se obtienen tras masacrar a estos ejemplares. El detalle es que este año la cifra de delfines asesinados marcó un triste récord. Y es que históricamente la costumbre implica sacrificar a “más de 250 ballenas y delfines” que en esta época del año cruzan el Atlántico Norte. Pero esta vez el número de ejemplares acorralados y asesinados ascendió a 1.428 delfines. Si se tiene en cuenta que la población de Islas Feroe no supera los 50.000 habitantes, la cuenta simple evidencia que se asesinó a un delfín cada 35 habitantes.
“Es una práctica barbárica, insensata, prehistórica. Y al querer hacerla pasar como una tradición y agregarle esa palabra, se cae en los mismos argumentos que utilizan los taurinos (quienes participan de las corridas y matanzas de toros) para justificar matanzas impunes, arbitrarias e ilegítimas. Pero lo que es en realidad es una especie de triste torneo para ver quién mata más animales y solo por diversión”, destaca con énfasis Pablo Buompadre, presidente de la ONG Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (AFADA) a Los Andes.
“Esto se inscribe, lamentablemente, en lo que ha sido desde siempre la historia del animal. Una historia de esclavitud desde siempre, y el hombre siempre ha sido igual. Al animal se lo instrumenta, se lo cosifica, se lo mercantiliza y se lo exprime. Y ahí andamos los seres humanos, con el medallón colgado de haber extinguido ya no sé a cuántas especies. Siempre el ser humano ha sido así. Y esta tradición (por el Grindadràp), como tantas otras, llevan el rótulo de tradición, pero es para justificar la matanza”, agrega -y reflexiona- a su turno el abogado mendocino especializado en derecho animal, Oscar Mellado.
De hecho, Mellado destacó que ya en esa región del planeta (más precisamente en Dinamarca) se autorizó el año pasado una matanza de más de 15 millones de visones por el riesgo de una peligrosa mutación del coronavirus. “Siempre se ha visto a los países nórdicos como de vanguardia, adelantados. Pero es una constante que caigan en actos de crueldad animal. Ese exterminio feroz de nutrias que se hizo el año pasado con la excusa de la pandemia lo demuestra. Y jamás llegó a comprobarse que esos animales hayan sido vectores de cualquier mutación o enfermedad”, agrega Mellado..
Crueldad en su máxima expresión
Lo tradicional o popular no es siempre y necesariamente lo correcto. Y el caso de la “celebración” del Grindadràp (un vocablo feroés para denominar a la caza de mamíferos marinos) lo deja en evidencia. Precisamente en las Islas Feroe, esta actividad es legal y cuenta no solo con autorizaciones, sino también con normas para regir la matanza.
El pasado domingo, como cada año, tuvo lugar este tradicional e inhumano evento en este pequeño archipiélago nórdico y los resultados generaron mucho malestar e indignación, incluso entre la comunidad de este mismo Estado. Y es que los 1.428 delfines asesinados marcaron un triste récord.
Como cada año, un nutrido grupo de marinos salió mar adentro a arriar y rodear a ballenas piloto de aleta larga y a delfines de flancos blancos que por esta época del año atraviesan ese punto del Atlántico. Como si se tratara de un ganado, lo van dirigiendo hasta una playa de poca profundidad y donde está autorizada la matanza -con cuchillos y lanzas- de estos ejemplares.
En esa zona espera un importante sector de la comunidad, armas en mano, para dar rienda libre a la crueldad, apuñalar una y otra vez a las ballenas y delfines y teñir con sangre de rojo violento las frescas aguas de esa playa. Parte de esta tradición determina, además, que luego se reparta entre los presentes la carne de los animales muertos y que cada uno de los participantes regrese a sus viviendas con estos víveres para continuar con su rutina. En la edición 2021 del Grindadràp, en promedio, se dividieron un delfín muerto por cada 35 feroeses.
Desde hace ya varios años, activistas ecologistas (entre ellos Sea Shepherd) y habitantes de esa región que se han propuesto intentar desterrar esta costumbre se vienen oponiendo a esta tradición. Sin embargo, el triste récord de más de 1.400 delfines masacrados este año generó un profundo e intenso malestar (en 2020 se mataron 35 delfines y en 2019, “solo” 10).
Son precisamente estos actores quienes, una vez que la matanza llega a su fin y cada participante regresa a su casa, registran con videos y fotografías las consecuencias. Entre ellas, se incluyen a centenares de cetáceos agonizando en la orilla de la playa. “No tenemos tradición de cazar estos mamíferos, suele haber unos cuantos en la caza, pero no solemos matar a tantos”, destacó a los medios locales Hallur av Rana, periodista de la televisión pública de aquel país, KVF. Y agregó que no recuerda una matanza semejante y con tantas víctimas.
De hecho, según aclaró, 53% de la población de Islas Feroe se opone a la pesca de esta especie. “Cuando se encontró la manada, estimaron que solo había 200 delfines” explicó a su turno el presidente de la Asociación de Balleneros de las Islas Feroe, Olavur Sjurdarberg, en declaraciones a la BBC. Además, aclaró que no participó de la matanza y que fue “excesiva”.
De acuerdo a las estadísticas del Gobierno de la isla -que autoriza esta práctica- por año y en cada Grindadràp se capturan alrededor de 600 ballenas pilotos, cuyo peso puede superar los 3.000 kilos. En cuanto a los delfines de flancos blancos, suele ser más baja la cifra ya que no es el objetivo de la tradición.
En ese sentido, según consignaron medios mundiales, el capataz del grupo que condujo las ballenas hasta la costa el domingo último explicó que el problema radicó en que “demasiados delfines se reunieron en la bahía”.
Antes de los 1.428 delfines asesinados este domingo -cifra récord-, la triste marca más alta de este tipo de cetáceos asesinados en esta tradicional matanza llegaba a 1.200 delfines y data de 1940. Son las únicas dos oportunidades en que se superó el millar de delfines asesinados.
Repudio
Buompadre, de AFADA, catalogó como “psicópatas con cuchillos” a quienes participan de esta tradición nórdica y disfrutan de acorralar y apuñalar una y otra vez a estos cetáceos. “Es como, si por ejemplo, mañana entrara una persona a una plaza de toros con una ametralladora y matara a toda la gente del lugar. Y si bien más de 53% de la población de Islas Feroe está en contra, hay gente que lo ve como un espectáculo. Creo que ir a ver palomas a la plaza es un espectáculo, pero esto es una locura”, sintetiza Buompadre, quien repudió que esta actividad se quiera hacer pasar como “pesca artesanal”.
El abogado mendocino Oscar Mellado se ha especializado en el derecho animal y también sigue de cerca estas tristes prácticas, con la ilusión de que un día queden en el olvido. “Nosotros, los seres humanos, siempre hemos mantenido una concepción antropocéntrica. Nos creemos centro de todo en el planeta, con la facultad de dominar todo que nos viene desde legislaciones antiquísimas y avaladas por religiones que sostienen que el hombre se debe servir de los animales y todo ser viviente. Como consecuencia el hombre ha cosificado al animal sin reparar en que la ciencia se ha cansado de demostrar que estamos en presencia de seres con conciencia y capacidad de abstracción. Hay animales que superan en sapiencia a distintas personas con facultades alteradas. Y sin embargo, a nadie se le ocurriría quitarle a esas personas sus derechos”, se explaya Mellado al ser consultado por el Grindadràp.
El letrado -que además es activista en Greenpeace- repudió desde el derecho animal esta práctica y aclaró que no es solamente en la compasión y en la piedad donde se basa esta rama, sino en el resguardo de las potestades y derechos de los animales.
“A lo largo de toda la historia, muchos pensadores y filósofos se han encargado de estudiar la naturaleza jurídica del animal. Descartes, Kant -por ejemplo- decían que los animales no tenían alma. Pero yo prefiero quedarme con el concepto de un filósofo inglés de fines de 1.700, Jeremy Bentham y a quien se considera padre de la corriente del Utilitarismo. Él planteó que desde el momento en que entendemos que el animal sufre o goza, no hay nada que discutir ya que el animal tiene sentimientos. Fue un punto de inflexión en toda la discusión sobre los animales. Y si el ser sufre, se acaba la discusión”, concluye Mellado.