Dominique Pélicot, el acusado de drograr y entregar a su esposa para que la violen decenas de hombres, aseguró que es “un violador” al igual que el resto de los imputados.
El jubilado, de 71 años, dijo que “todos sabían” que Gisèle Mazan había sido drogada para que después sea ultrajada entre los 51 acusados en la vivienda familiar de la damnificada (Vanclouse).
El principal acusado intervino por primera vez desde la apertura de este emblemático juicio por violencia sexual y sumisión química en Aviñón, el pasado 2 de septiembre.
“Duré 40 años fui muy feliz con ella, era lo contrario de mi madre, era totalmente insumisa. Tuve tres hijos, a los que nunca toqué. No se lo merecía, lo reconozco”, añadió delante de su ex mujer, sentada en el banquillo de las partes civiles.
El hombre declaró a los magistrados que vivió experiencias traumáticas de la infancia y consignó que fue abusado por un enfermero a la edad de nueve años.
“Pensé en suicidarme cuando descubrí que ella tenía una aventura. Quería estrellar mi auto contra una hilera de árboles, pero me faltó coraje”, agregó.
También reconoció que había filmado a los hombres en parte por “placer”, pero también “como seguro, ya que hoy, es gracias a (los videos) que hemos podido encontrar a las personas que participaron en esto”.
Según la cadena británica BBC, el acusado fue interrogado por Stéphane Babonneau, uno de los abogados de Gisèle, quien le preguntó por qué no había sido capaz de dejar de abusar de ella, incluso cuando ella empezó a presentar problemas médicos que en realidad eran efectos secundarios de los medicamentos que él le estaba dando, a lo que respondió: “Intenté parar, pero mi adicción era más fuerte, la necesidad crecía”.
“Estaba intentando tranquilizarla, pero traicioné su confianza. Debería haber parado antes, de hecho, no debería haber empezado nunca”, expresó.
Pélicot también está acusado de drogar y abusar de su hija, Caroline, después de que se encontraran fotos de ella semidesnuda en su computadora portátil. Anteriormente, Pélicot rechazó esta acusación y este martes también sostuvo que nunca había tocado a sus nietos.
“Puedo mirar a mi familia a los ojos y decirles que no ocurrió nada más”, aseguró. Aunque no se permiten cámaras en el tribunal, el juicio está abierto al público a petición de la víctima, que renunció a su derecho al anonimato al comienzo del procedimiento. Sus representantes afirmaron que esta determinación haría que la “vergüenza” recayera sobre los acusados.