La guerra en Ucrania tras la invasión rusa al país europeo y la creciente tensión entre Putin y Occidente tiene en vilo a la seguridad internacional, ya que la escalada verbal sobre un conflicto mundial y atómico está presente en las amenazas. Pero las acciones en medio de la contienda bélica parecen traccionar hacia el peor escenario.
Tras el anuncio que hizo Vladimir Putin sobre el abandono del acuerdo New Star con Estados Unidos –programa que limitaba el desarrollo de más armas nucleares para ambas potencias-, vuelve a instalarse la frase “invierno nuclear”, es decir las posibles consecuencias medioambientales catastróficas a largo plazo de cualquier acción que involucre este tipo de armamento.
Sin embargo, la gran mayoría de la población no es consciente de los riesgos de un conflicto atómico, según una encuesta realizada el mes pasado en Estados Unidos y el Reino Unido publicada por el Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge.
Según la teoría científica del invierno nuclear, las explosiones de los intercambios nucleares arrojan grandes cantidades de escombros a la estratosfera, que acaban bloqueando gran parte del sol durante una década, provocando descensos globales de la temperatura, pérdidas masivas de cosechas y hambrunas generalizadas.
Combinados con la radiación, estos efectos en cadena harían que millones de personas perecieran tras una guerra nuclear, aunque se encontraran lejos de la zona de la explosión.
En la última encuesta, realizada en línea en enero de 2023, se pidió a 3.000 participantes -la mitad en el Reino Unido y la otra mitad en Estados Unidos- que indicaran en una escala móvil si creían saber mucho sobre el “invierno nuclear” y si habían oído hablar de él a través de los medios de comunicación o la cultura contemporánea, a lo que respondieron afirmativamente el 3,2% en el Reino Unido y el 7,5% en Estados Unidos.
El 1,6% en el Reino Unido y el 5,2% en Estados Unidos afirmaron haberlo hecho en estudios académicos recientes, mientras el 5,4% en el Reino Unido y el 9% en Estados Unidos afirmaron haber oído hablar o que aún recordaban creencias mantenidas durante la década de 1980.
“En 2023 nos encontramos ante un riesgo de conflicto nuclear mayor del que hemos visto desde principios de los ochenta. Sin embargo, la opinión pública apenas conoce o debate las inimaginables consecuencias a largo plazo de una guerra nuclear para el planeta y la población mundial”, afirma Ingram.
“Las ideas del invierno nuclear son predominantemente un recuerdo cultural persistente, como si fuera cosa de la historia, en lugar de un riesgo terriblemente contemporáneo -prosigue-. Por supuesto que es angustioso pensar en catástrofes a gran escala, pero las decisiones deben tener en cuenta todas las consecuencias potenciales, para minimizar el riesgo”.
“Cualquier estabilidad dentro de la disuasión nuclear se ve socavada si se basa en decisiones que ignoran las peores consecuencias del uso de armas nucleares”, añade.
“Existe una necesidad urgente de educación pública en todos los países con armamento nuclear, basada en las últimas investigaciones -alerta Ingram-. Necesitamos reducir colectivamente la tentación que los líderes de los estados con armamento nuclear puedan tener de amenazar o incluso utilizar dichas armas en apoyo de operaciones militares”.
Según señala, si suponemos que el arsenal nuclear de Rusia tiene una fuerza destructiva comparable a la de Estados Unidos -algo menos de 780 megatones- entonces el escenario menos devastador del estudio, en el que el invierno nuclear se cobra 225 millones de vidas, podría implicar sólo el 0,1% de este arsenal conjunto.