Irán vota el viernes en unas elecciones presidenciales sin claro favorito y con solo un candidato reformista frente al dividido campo conservador. Cerca de 61 millones de iraníes están llamados a votar en uno de los 58.640 colegios electorales repartidos por todo el país. Las elecciones tuvieron que organizarse precipitadamente tras la muerte del presidente Ebrahim Raisi en un siniestro de helicóptero el 19 de mayo.
Los votantes se enfrentan a una elección entre candidatos de línea dura y un político poco conocido que pertenece al movimiento reformista iraní que pretende cambiar su teocracia chiíta desde dentro.
En tanto, dos candidatos se retiraron el jueves mientras el país se preparaba para los comicios del día siguiente, en un esfuerzo de los aspirantes de línea dura de consolidarse en torno a un candidato de unidad para reemplazar al fallecido Ebrahim Raisi.
Amirhossein Ghazizadeh Hashemi, de 53 años, retiró su candidatura e instó a otros a hacer lo mismo “para que se refuerce el frente de la revolución”, según dijo la agencia de noticias IRNA el miércoles por la noche.
Ghazizadeh Hashemi sirvió como uno de los vicepresidentes de Raisi y dirigió la Fundación de Asuntos de Mártires y Veteranos. Se presentó en las presidenciales de 2021 y obtuvo en torno a un millón de votos, con lo que quedó en último lugar.
El alcalde de Teherán, Alireza Zakani, también se retiró el jueves, como hizo en los comicios de 2021, en los que fue elegido Raisi.
Sin supervisión internacional
Como viene ocurriendo desde la Revolución Islámica de 1979, las mujeres y los partidarios de un cambio radical no pueden participar en la votación, que no será supervisada por observadores reconocidos internacionalmente.
Pueden votar más de 61 millones de iraníes mayores de 18 años, de los cuales unos 18 millones tienen entre 18 y 30 años. La ley iraní exige que el ganador obtenga más del 50% de los votos emitidos. De no ser así, los dos candidatos más votados pasarán a una segunda vuelta una semana después.
¿Continúa el “modelo” islámico?
Raisi, de 63 años, murió en el accidente de helicóptero del 19 de mayo, en el que también perdieron la vida el ministro de Asuntos Exteriores del país y otras personas. Se le consideraba un protegido de Jamenei y un posible sucesor como líder supremo.
Sin embargo, muchos lo conocían por su participación en las ejecuciones masivas que Irán llevó a cabo en 1988 y por su papel en las sangrientas medidas contra la disidencia que siguieron a las protestas por la muerte en 2022 de Mahsa Amini, una joven detenida por la policía por llevar supuestamente de forma indebida el pañuelo obligatorio, o hiyab.