Las protestas comenzaron el 2 de enero en Janozen contra el alza del precio del gas licuado de petróleo pero pronto se transformaron en manifestaciones contra el régimen. Las revueltas, reprimidas duramente, se extendieron por varias ciudades convirtiendo a Almaty, la capital económica del país, en el epicentro de la protesta. 164 personas murieron durante los disturbios en varias ciudades de este extenso país y 2.000 resultaron heridas. Según un balance de este mismo lunes hay 8.000 detenidos.
Unas manifestaciones que, según Tokayev, nada tuvieron de espontáneas y que habrían sido urdidas para sacarlo del poder. “Tokayev era el sucesor de Nazarbayev, pero ha tenido disputas internas con otras personas que pretendían heredar el poder, como la hija de Nazarbayev. Lo que está intentado hacer Tokayev es colocar a unas élites en Inteligencia y en Seguridad nacional que le sean más favorables y fieles”, explica Alejandro López, analista de Descifrando la guerra que monitorea los conflictos internacionales.
Al margen de las intenciones reales de las manifestaciones, lo cierto es que la nueva configuración le es más favorable al presidente ya que tras el estallido de las protestas, se declaró el estado de emergencia y el gobierno cayó, una oportunidad de oro para Tokayev.
Para aplacar esta revuelta, Tokayev pidió a Rusia apoyo militar, en virtud de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, alianza liderada por Moscú y compuesta por cinco ex repúblicas soviéticas, incluida Bielorrusia. Una misión que según el propio presidente kazajo “terminará pronto”. “La ayuda de Rusia a Tokayev representa la vuelta de Kazajistán a la esfera ex soviética después de cierta apertura a Estados Unidos”, concluye López.