A una semana de una reunión de la Junta de Gobernadores en Viena, donde tiene sede la agencia de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica), su director, el argentino Rafael Grossi, instó nuevamente a Teherán a “cooperar plenamente” con los inspectores de la ONU.
Irán, a pesar de las advertencias, continúa con su escalada nuclear y cuenta ya con suficiente materia para fabricar varias bombas atómicas. Tampoco coopera con las inspecciones internacionales, mucho menos con los límites globales impuestos para este tipo de energía.
Según un documento, al 10 de febrero, las reservas eran de 5.525,5 kg, en comparación con los 4.486,8 kg de finales de octubre. Esto es 27 veces más que el límite autorizado por el acuerdo internacional de 2015, que delimita las actividades nucleares de Teherán a cambio de un levantamiento de las sanciones internacionales.
Irán dejó de respetar progresivamente los compromisos adquiridos en el marco de ese acuerdo desde que, en 2018, Estados Unidos decidiera unilateralmente abandonar el pacto, a iniciativa del entonces presidente Donald Trump. Las negociaciones emprendidas para intentar revitalizar el acuerdo se saldaron en fracaso en 2022.
Irán ha rebasado ampliamente el límite de enriquecimiento de uranio, fijado en 3,67%, equivalente al que se aplica en las centrales nucleares para producir electricidad. Ahora dispone de 712,2 kg de materia enriquecida en un 20% y de 121,5 kilos en un 60%.
En el caso del umbral de 60%, que se acerca al 90% necesario para fabricar un arma atómica, Teherán ha ralentizado la producción, tras haberla intensificado a finales del año pasado. “Decidieron llevar a cabo una operación de dilución a principios de año”, aseguró Grossi, aunque las amenazas del régimen de los Ayatolas con destruir a Israel con el lanzamiento de una supuesta bomba atómica han sido difundidas por algunos líderes de grupos extremistas con más énfasis desde la masacre del 7 de octubre ejecutada por Hamás.