Después de un año de intentar vender el avión presidencial de México, y tras casi nueve meses de expectación y dimes y diretes sobre su rifa, el sorteo de la Lotería Nacional para rifarlo de manera simbólica llegó el martes, mientras el lujoso Boeing Dreamliner seguirá en un hangar en espera de un comprador que todavía no se concreta.
El gobierno emitió 6 millones de boletos, conocidos entre los mexicanos como “cachitos”, a 500 pesos cada uno (unos 25 dólares), e hizo de la rifa todo un acto de respaldo a la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, que se comprometió a destinar los ingresos del sorteo a la compra de equipo médico.
Anunció, además, que los boletos que no se vendieron serían donados a la agencia gubernamental que administra los hospitales públicos del país, la cual conservaría el premio si alguno de ellos resultaba ganador.
Cuadro días antes de que se celebrara el sorteo, se habían vendido más de 4 millones de boletos, casi el 70%, con lo que se había recaudado más de 2.000 millones de pesos (unos 100 millones de dólares). En el sorteo se rifaban 100 premios de 20 millones de pesos, lo que implica que si todos los boletos premiados fueron vendidos no habría muchas ganancias.
Sin embargo, las cifras definitivas serán previsiblemente mayores porque el mismo martes, horas antes de la rifa, podían verse en algunos lugares colas de personas que apuraban los últimos minutos para participar en una lotería que para unos suponía una burla y para otros una muestra de apoyo a la “cuarta transformación”, nombre con el que López Obrador ha designado los cambios que pretende hacer durante su administración.
“Muchas gracias a empresarios que ayudaron comprando boletos, a dirigentes de trabajadores que ayudaron comprando boletos, muchas gracias al pueblo que compró sus boletos y de esta manera vamos a disponer de más de dos mil millones de pesos para la compra de equipo (médico)”, dijo el martes en su conferencia de prensa matutina. “Nos queda el avión, que se va a vender también en más de dos mil millones”, agregó.
El mandatario, que únicamente viaja en vuelos comerciales como parte de las medidas de austeridad de su gobierno, siempre consideró el avión presidencial como un símbolo de la corrupción y los lujos del pasado y por eso desde el principio intentó venderlo.
No obstante, no ha sido fácil encontrar comprador para un aparato tan excesivo: costó unos 200 millones de dólares y tiene una elegante oficina, recámara con cama kingsize -que incluye regadera y caminadora-, sala de juntas y asientos para 80 pasajeros que incluyen hasta teléfonos satelitales.
Por eso, en enero, López Obrador sugirió rifarlo aunque finalmente se decidió efectuar el sorteo simbólico después de que muchos mexicanos se preguntaron qué harían con la enorme aeronave si llegaban a ganarla.
Sobre los compradores sigue sin haber pistas. En julio el presidente dijo que tenía dos ofertas pero, de momento, nada se ha concretado. El avión menos deseado de México sigue esperando dueño.