La expansión de Internet ha impulsado la instalación de una extensa red de cables de fibra óptica en los fondos marinos, los cuáles están encargados de transportar el tráfico de datos a nivel global. Sin embargo, las avalanchas submarinas, un peligro natural invisible, amenazan con dañar la enorme infraestructura.
Estas avalanchas, que ocurren diariamente bajo el océano, son difíciles de medir y entender. Cuando una avalancha rompe los cables de fibra óptica, el impacto puede ser considerable, pero la cantidad de cables distribuidos reduce la probabilidad de una interrupción global del servicio de Internet.
Dependiendo de la región, la frecuencia de las avalanchas submarinas puede variar. Las zonas cercanas a ríos con grandes cuencas pluviales suelen experimentar pequeñas avalanchas frecuentes, mientras que lugares como el cañón de Agadir en Marruecos solo ven avalanchas gigantescas cada miles de años. Las causas de estos fenómenos incluyen terremotos, mareas, tifones, inundaciones y erupciones volcánicas.
Además, el cambio climático podría intensificar estos factores, aumentando el riesgo de cortes en la conectividad. Las consecuencias de una avalancha submarina que afecta cables de fibra óptica pueden ser devastadoras, como lo demostró el terremoto de Pingtung en Taiwán en 2006, que provocó una pérdida masiva de tráfico de Internet en China y Taiwán.
Las avalanchas submarinas pueden alcanzar enormes velocidades, como la que dañó los cables en Taiwán, que se movió a 72 km/h. Sin embargo, esa avalancha palidece en comparación con las más grandes registradas.
Por ejemplo, en 1929, un terremoto frente a Terranova, Canadá, desencadenó una avalancha tan masiva que generó un tsunami y causó 28 muertes. Aún más colosal fue la avalancha submarina de hace 60.000 años frente a la costa de Marruecos, que recorrió 400 km por un cañón submarino y se extendió 1.600 km más, dejando una capa de sedimentos enorme.
Un reciente estudio liderado por Christopher Stevenson y publicado en ‘‘Science Advances’' permitió mapear el área afectada por la avalancha en Marruecos. El estudio reveló que esta avalancha, la mayor registrada, comenzó como un pequeño deslizamiento de tierra que creció 100 veces en tamaño.
Según Stevenson, el deslizamiento creó una enorme zanja y se desplazó a una velocidad de 54 km/h, llenando una extensión del tamaño de Alemania con arena y barro. Estos hallazgos están cambiando la forma en que los científicos evalúan el riesgo de las avalanchas submarinas, sugiriendo que es crucial estudiar no solo el origen de los deslizamientos, sino también sus trayectorias para comprender mejor su impacto.