La primera semana de octubre estuvo marcada en Perú por la renuncia de Guido Bellido, quien era el primer ministro del gabinete del presidente Pedro Castillo. La decisión se llevó a cabo dos meses después de haber sido nombrado en el cargo y un mes después de haber conseguido un esquivo ‘voto de confianza’ del Parlamento.
No se trata de una renuncia más en el gabinete, que desde su inicio ha estado marcado por las presiones de los poderes peruanos y la consecuente inestabilidad, sino de una salida que puede cambiar para siempre el rumbo del Gobierno. Aparentemente, y luego de un comienzo de gestión atravesado por reclamos desde todos los sectores dada la crisis que atraviesa el país y la región entera, parece ser que hay una redefinición del Gobierno que ha transmutado en una composición más moderada para bajar las presiones y ganar mayor margen de maniobra para su administración.
En este marco, parte central de la oferta electoral victoriosa de Castillo ha venido cediendo. Su propuesta de realizar una constituyente se ha debilitado y esto acarrea un nuevo problema, esta vez en la bancada de Perú Libre, el partido de Castillo, que tiene el mayor número de diputados pero que ahora podría quitarle el apoyo al nuevo gabinete, debido a que sus principales cuadros fueron sacados del anterior y ya algunos voceros han negado la posibilidad de otorgar el voto de confianza a este.
Cerrón ya ha comunicado que no apoyará el nuevo gabinete y ha abierto una brecha con Castillo, acusándolo de virar hacia la centroderecha: “Existe un inocultable giro del Gobierno y su gabinete hacia el centroderechismo”. Sin embargo, algunos miembros de ese partido han decidido participar en el gabinete. Se trata de una situación compleja que se multiplica en varias regiones del continente, incluyendo nuestro país.
Las próximas semanas se apreciará cómo se desarrolla el Gobierno de Perú, cuánto queda de su propuesta inicial y qué sectores lo defenderán cuando el conflicto se vuelva inminente.