La mayoría de los países europeos están suavizando las medidas contra la pandemia de la COVID-19, por un lado, porque confían en las altas tasas de vacunación y, por el otro, porque las economías no resisten ya la presión del desorden generado por las trabas a la hora del normal desempeño general. Y todo esto a pesar de un aumento en los casos leves del virus debido a la variante ómicron.
Dinamarca lidera el regreso al proceso de normalización ignorando las preocupaciones sobre el aumento de casos de la variante ómicron. Países como Reino Unido, Francia, Suecia, Noruega, Finlandia y Austria también decidieron eliminar por completo las medidas de COVID-19 o aliviar las restricciones.
El Consejo de la Unión Europea aconsejó previamente a los Estados miembro que determinen las medidas de viaje en el contexto de la pandemia de acuerdo con el certificado COVID-19, que contiene información sobre la vacunación, las pruebas diagnósticas o la recuperación de la enfermedad, no según la región de donde llegan las personas. Por otra parte, el 28 de enero, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció que más del 50% de todos los adultos en la UE han recibido por lo menos una dosis de refuerzo contra el virus.
La región se enfrenta a una crisis energética sin precedentes, por lo que cada país necesita recuperarse económicamente para hacerle frente a las dificultades que esto les genera. Además, las tensiones con los sectores que reclaman en contra del pase sanitario y de la vacunación obligatoria se han recrudecido en los últimos tiempos, generando un estado de agitación no deseado por parte de ningún integrante de la UE.
