La ketamina, un fármaco desarrollado en los años 60, ha vuelto al centro del debate social tras la detención de cinco personas vinculadas con la muerte de Matthew Perry, quien falleció debido a una sobredosis de esta sustancia.
Matthew Perry, a los 54 años, fue encontrado sin vida flotando boca abajo en el jacuzzi de su hogar en Los Ángeles. La noticia conmocionó a miles de seguidores que, durante generaciones, habían disfrutado de su humor único en la serie Friends. Su repentina partida dejó un vacío profundo, especialmente entre sus compañeros de elenco, Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc y David Schwimmer, a quienes él consideraba su segunda familia.
Aunque conocida por su uso médico como anestésico y analgésico, la ketamina ha trascendido su propósito inicial para convertirse en una droga con potencial letal. Diseñada como una alternativa segura a la fenciclidina (PCP), también conocida como “polvo de ángel”, esta es utilizada en procedimientos quirúrgicos y en medicina veterinaria, especialmente en el manejo de grandes animales.
Su capacidad para inducir anestesia sin comprometer la respiración la hace valiosa en emergencias y en pacientes con riesgo de hipotensión. Además, ha captado el interés por su potencial para tratar la depresión, aunque su uso debe ser controlado debido a su alto riesgo de generar dependencia psicológica.
Sin embargo, fuera de un entorno médico, la ketamina se ha popularizado en la cultura del abuso de sustancias. Se presenta diluida como principio activo de medicamentos o en polvo tras evaporar el líquido, y suele inhalarse o administrarse por vía intravenosa.
Sus efectos incluyen alteraciones en la percepción del tiempo y el espacio, experiencias de despersonalización, y en dosis elevadas, una desconexión profunda del entorno y del propio cuerpo.
Las dosis bajas provocan efectos similares a estar alcoholizado, las dosis medias pueden inducir efectos psicodélicos, y las dosis altas producen anestesia, eliminando la sensación de dolor y provocando un intenso viaje ‘‘psicodélico’' con alucinaciones, que pueden derivar en un “mal viaje” con ansiedad, pánico o depresión. Además, su uso presenta riesgos graves como parada respiratoria y experiencias cercanas a la muerte debido a la falta de oxígeno, baja circulación y epilepsia.
