Las primeras imágenes de la sonda Solar Orbiter recibidas en la Tierra mostraron minierupciones de plasma que podrían esclarecer uno de los enigmas que más intriga a los astrónomos: por qué en la superficie de la estrella la temperatura es de unos pocos miles de grados y en la corona, a cientos de miles de kilómetros, llega a millones.
Tras 10 meses de viaje, la misión europeo-estadounidense está obteniendo las primeras imágenes científicamente prometedoras, gracias a sus seis instrumentos de observación que dan al vehículo una capacidad única para tomar imágenes del astro en todo el espectro electromagnético.
“Nunca se había visto el Sol tan de cerca”, dijo a la AFP Anne Pacros, responsable de la carga útil de la misión Solar Orbiter, una colaboración entre la Agencia Espacial Europea (ESA) y la NASA, que despegó de la Tierra el 10 de febrero.
Tomadas a 77 millones de kilómetros de la estrella (aproximadamente la mitad de la distancia Tierra-Sol), estas primeras imágenes identificaron un fenómeno nuevo: minierupciones de plasma cercanas a la superficie, detalló la ESA en una conferencia de prensa.
“El Sol puede parecer calmo a primera vista, pero cuando miramos en detalle podemos ver estas erupciones miniatura dondequiera que miremos”, comentó David Berghmans, del Observatorio Real de Bélgica, investigador principal del instrumento de teledetección “Extreme Ultraviolet Imager” (EUI).
Estas eyecciones, que hasta ahora no se habían visto en detalle, “son pequeñas comparadas con las erupciones solares gigantes que podemos observar desde la Tierra, millones o miles de millones de veces más pequeñas”, explicó el físico.
Aun así pueden tener el tamaño equivalente a un pequeño país, agregó Berghmans.
Los científicos aún ignoran si estos fenómenos son una versión en miniatura de las grandes erupciones o son el resultado de mecanismos diferentes. Pero las teorías ya afirman que podrían contribuir al calentamiento de la corona solar, fenómeno hasta ahora inexplicable.
La corona, la capa más externa del Sol que se extiende a lo largo de millones de kilómetros en el espacio, llega a millones de grados, mientras que la superficie es de unos 5.500 grados.
Esta diferencia es contraria a las leyes de la física, que señalan que cuanto más se aleja de una fuente de calor, más desciende la temperatura.
Entender estos mecanismos se considera el “Grial” de la física solar, subraya la ESA.
Solar Orbiter tiene muchos otros objetivos, como comprender cómo el Sol controla la heliosfera, la burbuja de miles de millones de kilómetros de diámetro formada por el viento estelar (un flujo de partículas cargadas eléctricamente) que envuelve al sistema solar y lo protege de los rayos cósmicos.
Para estudiar esto, Solar Orbiter dispone de cuatro instrumentos que miden el entorno cerca del vehículo.
También debe estudiar las tormentas cargadas de partículas energéticas, provocadas por las erupciones solares, que pueden perturbar significativamente redes de telecomunicaciones y redes terrestres de electricidad: la llamada “meteorología espacial”.
Las imágenes inéditas de los polos del astro, “tierra desconocida”, también deberían ser develadas de aquí a 2025, permitiendo quizás aclarar el funcionamiento del campo magnético solar, detalló Sami Solanki, director del Instituto Max-Planck de investigación sobre el sistema solar.
Estas primeras imágenes son solo el inicio, ya que la misión Solar Orbiter no ha entrado aún en la fase de toma de datos científicos.
Para marzo de 2022, la sonda regresará aún más al Sol, después de estar cerca de Venus y de la Tierra, cuya gravedad le permitirá volver a impulsarse hacia su órbita final, a 42 millones de kilómetros del Sol.
Su misión, de al menos diez años, debe completar la de la nave robótica estadounidense Parker Solar Probe, que se ha acercado mucho más al Sol, pero carecía de los instrumentos de Solar Orbiter.