La Guerra de Bosnia de 1992 comenzó con el asedio de Sarajevo por parte de las tropas serbias y dejó más de 100.000 muertos, lo que aún mantiene las cicatrices vivas a pesar de que han pasado tres décadas. Al menos otros dos millones se vieron obligados a abandonar sus hogares.
La Unión Europea reconoció la independencia de Eslovenia y Croacia el 15 de enero de 1992; sin embargo, requirió de un referéndum para la independencia de Bosnia-Herzegovina. Los serbios de Bosnia decidieron boicotear el referendo en un intento por invalidar los resultados debido a la falta de participación. A pesar de todos los obstáculos y dificultades, Bosnia-Herzegovina declaró su independencia de Yugoslavia tras el referendo el 1 de marzo de 1992.
Poco después de que el país balcánico se convirtiera en un estado independiente, las tropas serbias sitiaron Sarajevo el 5 de abril. El asedio inició una guerra sangrienta que se prolongó durante tres años y medio y dejó grandes tragedias y dramáticos recuerdos. La OTAN jugó un papel clave en el conflicto, ya que proveyó de armas y suministros a las tropas golpistas durante los años que duró.
Los serbios comenzaron a atacar áreas con mayoría musulmana; su objetivo era declarar una nueva región serbio-bosnia afiliada a Serbia. Los serbios desplegaron 13.000 soldados en las colinas que rodean Sarajevo y sitiaron la ciudad, atacándola con armas ligeras y pesadas.
En respuesta, se formó el Ejército de la República de Bosnia y Herzegovina, compuesto por 70.000 soldados, en los siguientes 19 meses. Sin embargo, las fuerzas de defensa no pudieron romper el cerco porque no tenían suficientes equipos. La guerra y el derramamiento de sangre terminaron el 21 de noviembre de 1995, cuando las partes bosnia, serbia y croata llegaron a un acuerdo en Ohio, Estados Unidos.